Capítulo
9
Victoria entró en su lencería preferida y se compró un
negligé de seda en color verde agua que se puso en cuanto llegó a su
apartamento. Era perfecto. El tipo de prenda elegante y sofisticada que
hacía juego con el aspecto de su piso.
Se sirvió una copa de vino y se sentó a la mesa de la
cocina, con todas sus notas desperdigadas alrededor. Así era como quería vivir, rodeada de
sofisticación y con un compañero bien vestido, encantador, en fin, como los
hombres de antes, que no llevara ropa interior de cuero. Pero que, si se la
pusiera, le quedara estupendamente.
Se quitó la idea de la cabeza y comenzó a pasar a limpio
sus notas. Acababa de terminar de
reescribir lo que había averiguado en Walters cuando llegó Estela.
E: Matthew está en casa de un amigo y tengo que ir a
recogerlo dentro de poco. Pensé que podía venir a verte antes por si tenías
noticias.
V: Y las tengo (dijo Victoria). Muchas. Anthony es prepotente y Marcos está raro
vestido con traje. Ah, un filete de
ternera no es nada erótico porque los hace sentirse llenos y no tienen ganas de
nada.
E: No me refería a esas noticias sino a tus progresos
con Walters. Ibas a ver a Gerald hoy,
¿no?
V: Ah, sí. Gerald (Victoria lo había olvidado por
completo). Sí, quedé con él.
E: ¿Y qué ocurrió? ¿Te dijo algo de su tío?
V: No admitió que hubiera querido deshacerse de él, si es
eso lo que quieres saber. Me enseñó las
instalaciones, y me habló de todos los cambios que tiene previstos. Ah, y también vi la nueva línea de ropa interior
de cuero. Tenías razón. Me sorprendería mucho que se vendiera...
aunque Gerald dijo que es un gran mercado.
E: Se equivoca, pero no es eso lo que me preocupa ahora. Sigue. ¿Y
qué más averiguaste? ¿Dijo algo de
Franklin?
V: Sí. Dijo que lo quería mucho.
E: Claro (repuso Estela).
V: Y que se quedó muy sorprendido cuando su tío le legó
la empresa.
E: ¿De veras? (dijo Estela). ¿Y a quién esperaba que se la dejara? Gerald no tenía más familia, a no ser que
cuentes a su canario.
V: Eso no lo mencionó, pero sí dijo que él no tomó salsa
de marisco, por lo que tampoco pudo dársela a su tío.
E: Nunca se sabe (dijo Estela). Sigue, ¿qué más?
V: No mucho (admitió Victoria y Estela la miró desilusionada).
Pero sabré mucho más la próxima semana. Voy a hablar con todos los que trabajan en Deportes
al Aire Libre, y he quedado para cenar con Gerald el sábado por la noche.
E: Gran estrategia, Victoria. Una cita con un asesino. Estoy segura de que podrás sacar algo para tu
artículo sobre el hombre ideal (Estela
se puso en pie). ¿Puedo ir al baño
antes de salir a buscar a Matthew?
V: Claro (dijo Victoria mirando a Estela que desaparecía
por el pasillo). No creo que sea un
asesino y no es una cita (le gritó). Sólo
va a contarme los planes de cambio que tiene. No se sabe qué podré averiguar.
E: Yo sí espero averiguar algo (gritó Estela). Voy a salir a tomar algo mañana con Simón.
V: ¿No te referirás a Simón González?
E: Así es. ¿Podrías cuidar a Matthew?
V: Claro, pero... pensé que Simón estaba comprometido.
E: Lo está (dijo Estela saliendo del baño y viendo el
ceño fruncido de Victoria). No te
preocupes. Sólo vamos a ir a tomar una
copa para hablar del Informe Franklin.
V: ¿Qué es el Informe Franklin?
E: Es como he bautizado el asunto de la muerte de
Franklin (dijo Estela vibrante de emoción). ¿Te gusta? Podría ser el título de un libro, incluso
estaría bien para tu artículo.
V: No sé. Esta
investigación tuya... no sé para qué sirve. No estoy muy convencida de que no fuera un
accidente, y si no lo fuera, estoy segura de que Gerald no tiene nada que ver.
E: Pues yo no estoy tan segura, pero aunque tengas razón,
y él no lo hubiera hecho, alguien más podría haber sido. No soy la única que tiene sospechas. Simón está de acuerdo conmigo.
V: ¿De veras?
E: Sí, por eso vamos a vernos mañana. Simón quiere que
comparemos nuestras averiguaciones.
V: Suponiendo que Simón sepa algo, lo que dudo mucho,
¿por qué querría decírtelo?
E: Porque soy contable, claro. La gente nos cuenta todo tipo de cosas. Somos como un cura a quien vienen a
confesarse.
V: Entiendo.
E: Vamos, Victoria. ¿Por qué no querría contármelo?
V: ¿Porque es un hombre?
Mientras Victoria interrogaba a Gerald, y Estela interrogaba
a Simón, Marcos decidió hacer lo mismo con su hermana. Se acercó a su casa por la noche para recoger
a los niños. No le gustaba la escena del
helicóptero y necesitaba un par de actores que le ayudaran a hacer un
simulacro. Mientras esperaba que fueran
a buscar sus pistolas de juguete y otros artículos, Marcos se apoyó en la
encimera y le habló a Flor de su colaboración con Victoria en el artículo para
la revista.
Flor no sólo había oído hablar de la revista Hombres de Verdad sino que era una
ávida lectora y se quedó muy impresionada de que su hermano tuviera algo que
ver con ella.
F: ¡Estás escribiendo un artículo para la revista Hombres
de Verdad (exclamó con los ojos muy abiertos). Es increíble, Marcos.
Por alguna razón, su asombro le pareció insultante.
M: He escrito media docena de libros superventas y he
aparecido en montones de revistas, Flor. Esto no es más que un pequeño artículo.
F: ¡Sí, pero es para Mujeres! Es impresionante que tus libros sean siempre
de los más vendidos, y me parece asombroso verte en las revistas, aunque nunca
he podido comprender por qué en cada entrevista tu color favorito es uno
distinto.
M: Eso depende del humor que tenga (le dice Marcos sin
darle importancia a su hermana). No
sabía que leyeras la revista Hombres.
F: Todas las mujeres la leemos. Todos los hombres guapos aparecen allí. Incluso hicieron un artículo sobre George
Clooney y ahora tú estás escribiendo un artículo para ellos. No saldrás desnudo, ¿verdad?
M: Santo Dios, no (dijo Marcos con un escalofrío de
pensarlo). Y no estoy escribiendo el
artículo yo solo. Trabajo con Victoria en
su artículo.
F: ¿Victoria? (Flor abrió aún más los ojos). ¿No hablarás de Victoria Fernández? (Marcos asintió
con la cabeza y Flor se llevó la mano a la boca). Oh, Dios mío, no lo puedo creer. ¡Conoces a Victoria Fernández!
Marcos conocía a mucha gente famosa entre los que se
incluían políticos, estrellas de cine y modelos, y su hermana nunca había
reaccionado de aquella manera.
M: Sólo es una periodista, Flor.
F: Lo sé, pero es muy buena. Su artículo “El placer del sexo con una
misma” fue todo un clásico.
¿El placer del sexo con una misma? ¿Victoria había escrito sobre eso? ¿Y dónde y cómo habría recabado la
información?
F: Y su artículo sobre las prendas que te hacían sentir
atrevida fue fascinante (continuó Flor llena de emoción). En cuanto lo leí, me compré unas zapatillas
de correr nuevas.
M: ¿Zapatillas de correr? ¿Y qué tienen que ver con...?
F: Es algo de mujeres (le interrumpió Flor mirándolo con
repentina curiosidad). ¿De qué trata el
artículo que estás escribiendo con ella?
M: Trata de hombres. El hombre Ideal, para ser más exactos (se
aclaró la garganta). De hecho, quería
preguntarte algo. ¿Cuáles dirías tú que
son las cualidades que un hombre ideal debería tener?
F: Veamos (dijo Flor arrugando la nariz mientras pensaba).
Guapo, gran sentido del humor, inteligente...
(se mordió el labio inferior). Supongo
que alguien como Eddie.
M: ¿Eddie? (Marcos trató de conciliar las cualidades que
había dicho su hermana con su cuñado, pero no pudo). ¿Te refieres a tu marido, Eddie?
F: ¡No, me refiero al perro de Frances, Eddie! ¡Claro que es mi marido, idiota!
M: Ah (Marcos no pudo pensar en una respuesta para
aquello).
Eddie tenía una tienda de muebles. Era un buen hombre pero no sabía hablar de
otra cosa que no fueran sofás. Marcos no
diría que fuera el hombre ideal.
M: ¿Y yo qué? ¿Tú
dirías que lo soy?
F: Eres mi hermano, Marcos. No te considero un hombre.
M: Vaya, gracias por lo que me toca.
F: Pero si lo hiciera, supongo que pensaría que lo eres,
sí. Desde luego has sido un buen hermano
para mí. Ayudaste mucho a Eddie a montar
su tienda, por no mencionar el dinero que aportaste para mi educación y las
cosas que le has comprado a mamá. Has
sido maravilloso.
M: Pero eso no tiene nada que ver con el hombre ideal (dijo
Marcos haciendo un gesto con la mano para quitar importancia a las palabras de Flor).
Cualquier persona lo habría hecho. Si hubiera sido tu hermana, también lo habría
hecho. Lo que quiero saber es, si no
fueras mi hermana, ¿me considerarías un hombre ideal?
F: Ah (dijo Flor abriendo mucho los ojos), supongo que
sí.
M: ¿Es eso un sí o un no? (dijo Marcos algo decepcionado).
F: Marcos, eso es un sí (Flor lo miró y sonrió alegre). Es verdad que pasas mucho tiempo escribiendo,
y que tienes muchas manías con los alimentos y no eres la persona más ordenada
del mundo. No sé si eres romántico...
pero tienes un gran sentido del humor y eres muy, muy divertido y... siempre
que vienes a cenar, friegas los platos.
M: ¿Fregar los platos es una cualidad del hombre ideal?
F: Yo diría que sí. Eddie lo hace la mayoría de las veces. Es una de las cosas que más me gustan de él (dijo
poniéndose colorada). Y una de las cosas
que más me excitan.
Marcos abrió la boca para preguntar más, pero en ese
momento llegaron sus sobrinos, Andrew y Simón, con sus armas de plástico, sus
coches y otros juguetes.
Andrew: Hoy me toca a mí ser el malo, ¿verdad, tío Marcos?
(dijo el mayor de los sobrinos de Marcos). Simón ya lo fue la última vez.
Simón: No es cierto (protestó el menor). Tú fuiste el malo. Yo tuve que hacer de la chica.
M: Esta vez los dos podrán ser malos y usaremos las
almohadas como si fueran el protagonista y la chica. Así ninguno de ustedes se hará daño.
Los chicos dieron gritos de alegría y corrieron hacia el
coche. Marcos se metió las manos en los
bolsillos y los siguió. Lo de ser un
hombre ideal era mucho más complicado que simular una escena del libro. Había que ser seguro de sí mismo, vulnerable y
fregar les platos.
Se imaginó a Victoria en su cocina mientras él terminaba
de fregar los platos. Ella lo miraría
con ojos de deseo y él la desnudaría allí mismo.
Le haría falta mucho más que fregar unos platos para
atraer a Victoria.