Capítulo
8
El hombre ideal sabe
que lo es. ¿Tienes problemas con tu autoestima? No te preocupes, amiga, tu
hombre ideal tiene confianza en sí mismo para los dos. No importa la
situación, tu hombre sabrá salir de ella con toda facilidad.
“49 Cualidades Del Hombre ideal”, Revista Hombre
Real, Abril, 1964.
Gerald Carrión estaba en su despacho cuando Victoria llegó.
Era un hombre de unos cincuenta años,
pelo canoso, elegantemente vestido con un traje hecho a la medida y muy cortés.
Se levantó de la silla tras el
escritorio cuando ella entró y le estrechó la mano con cierta fuerza.
G: Es un placer conocerla (dijo él haciéndola entrar y
sentarse junto a una mesa auxiliar en el otro lado del despacho). Es muy amable por su parte tomarse ese
interés por nuestra empresa.
V: Muchas gracias (dijo Victoria).
Gerald no parecía el tipo de persona que se desharía de
su tío, aunque ella tampoco sabía qué aspecto tendría un hombre así, aunque
sospechaba que debía ser un tipo siniestro. Y Gerald no lo era. De hecho, le recordaba a un actor famoso de
cierta edad, aunque un poco más bajo.
G: ¿Y qué le ha llevado a escribir sobre nosotros? (Victoria
se dijo a si misma “Mi amiga piensa que usted se deshizo de su tío”).
V: Escribo pequeños artículos para un periódico local de
vez en cuando y se me ocurrió que estaría bien escribir uno sobre los cambios
que ha sufrido su negocio. Si no le
importa, claro.
G: Bueno, Victoria... ¿Te importa que te llame Victoria? ¿O prefiere señorita Fernández?
V: Victoria está bien.
G: Gracias. Como iba diciendo, Victoria, no le hemos dado
la espalda a la publicidad. ¿Qué tipo de
información estás buscando.
V: La renovación que estás llevando a cabo, las razones
para el cambio. Victoria se dijo a sí
misma “Si tienes algo que ver con la muerte del señor Franklin”.
G: Está bien (dijo Gerald). ¿Por qué no empezamos por ver las
instalaciones? Por el camino te iré explicando
las renovaciones que tengo en mente.
Salieron del despacho y Gerald la acompañó por las
instalaciones siempre atento a ella y dándole las explicaciones más adecuadas. Terminaron delante de los escaparates. Victoria pensó en una manera de dirigir el
tema hacia Franklin Walters.
V: Desde luego ha cambiado mucho todo (dijo finalmente).
G: Lo sé (suspiró Gerald). Las cosas tenían que cambiar, Victoria...
aunque mi tío no se diera cuenta.
V: ¿Te refieres a Franklin Walters?
G: Sí (Gerald tosió discretamente mientras se tapaba la
boca con la mano). Yo quería mucho a mi
tío Frank. Era una buena persona y todos
los empleados estábamos muy unidos a él. A veces, cuando vengo por aquí me parece estar
viéndolo.
Gerald se llevó el dedo al lagrimal del ojo y a Victoria se
le hizo un nudo en el estómago. Aquello
era una idiotez. Nunca debería haberle
hecho caso a Estela. ¿Cómo alguien podía
sospechar de un hombre tan encantador como Gerald?
V: Lo siento, Gerald.
G: Yo también (suspiró éste). Supongo que te habrás enterado de lo que le
ocurrió.
V: Algo he oído, sí. Alergia al pescado, creo.
G: Exacto (Gerald le contó la misma historia que le había
contado Estela antes). Ojalá le hubiera
visto tomar aquella salsa de mariscos. No le habría dejado probarla. Yo no la tomé.
V: ¿No?
G: No. Yo también
soy alérgico al pescado. Fue una
tragedia (Gerald guardó silencio unos momentos mientras recobraba la compostura).
Desafortunadamente, el tío Frank estaba
un poco anticuado. Traté de convencerlo
pero no nos poníamos de acuerdo. No quería
que las cosas cambiaran, pero tenían que cambiar. Cada vez hay más gente que practica deportes
al aire libre y no quieren tener que ir a comprar su equipamiento a un
almacén como si fueran piezas de coche. Quieren ir a un lugar que tenga un aspecto
más refinado.
Victoria no creía estar de acuerdo. Le parecía que ese tipo de clientes estaban
más interesados en hacer una buena compra que en el aspecto del almacén.
G: Aunque supongo que al final nos pusimos de acuerdo (continuó
Gerald pensativo). Después de todo, me
dejó la empresa. Me tomó completamente
por sorpresa.
V: ¿No esperabas que te la dejara?
G: No (dijo dando un nuevo suspiro). Me alegra que lo hiciera porque así no me
sentí tan mal por todas las discusiones que habíamos tenido al no ponernos de
acuerdo.
Ahí estaba la clave. ¿Por qué iba a dejar el señor Walters
la empresa a su sobrino si no se llevara bien con él?
Gerald le puso la mano en la espalda para guiarla hacia
el siguiente escaparate.
G: Ven por aquí. Quiero
enseñarte nuestra nueva línea de ropa interior de cuero.
Victoria llegó quince minutos tarde a la cita que Marcos y
ella tenían con el empresario Anthony Stevens. Habían quedado en el hotel Holiday Inn, ya que
el señor Stevens estaba montando una nueva empresa y no tenía oficinas
disponibles aún. Cuando llegó al hotel,
seguía pensando en Gerald. Estaba de
acuerdo con Estela en que los cambios que estaba realizando no eran los más
adecuados. Sin embargo, tampoco creía
que tuviera nada que ver con la muerte de su tío.
Victoria vio enseguida a los dos hombres. Anthony era el cuarto hombre al que
entrevistaban. Después de Hubert y su
inteligencia, habían hablado con el galerista, que a Victoria le había parecido
un hombre con un gran gusto, y con un profesor de latín que ambos habían definido
como muy bien educado. Todos ellos
habían sido hombres bastante agradables a su manera, aunque ninguno encajaba
en el hombre de sus sueños. Tenía la esperanza
de que Anthony fuera diferente.
Marcos hizo las presentaciones. Anthony le estrechó la mano con gran
entusiasmo al tiempo que le decía que era un verdadero placer conocerla. Marcos se había puesto unos pantalones de vestir,
chaqueta y corbata. No era un atuendo
tan serio como el de Anthony o el de los galanes de cine antiguos pero era un
avance.
V: Bonita corbata (le dijo Victoria). No sabía que tuvieras una.
M: Tengo cientos (respondió Marcos). A decir verdad mi armario está lleno de
trajes. ¿Dónde estabas? (dijo esto
último bajando la voz).
Marcos estaba un poco raro con traje pero estaba
guapísimo.
M: ¿Victoria? (preguntó Marcos al ver que Victoria no
contestaba).
V: Viendo ropa interior de cuero (murmuró ella mientras
se imaginaba a Marcos vestido con unos calzoncillos de cuero. Le habían parecido interesantes en el maniquí,
pero en un hombre como Marcos, éstos le deben quedar fantásticos.
M: ¿Cómo dices?
V: Estaba trabajando en otro artículo (respondió Victoria
tratando de concentrarse).
M: Te agradecería que llegaras a tiempo. Pensé que tendría que hacer la entrevista yo
solo y no se me da bien.
V: ¿De veras? (Dijo Victoria pensando que si era tan
bueno como las escenas de sexo de todos sus libros, se le daría realmente bien).
Parece que Anthony y tú se han caído
bien.
M: No hemos hablado de otra cosa que mis libros y sólo
para criticarlos. Parece que él sabe
escribir mejor que yo.
V: ¿De veras? (repitió Victoria mirando a Anthony, que se
acercaba a ellos a grandes zancadas).
Parecía el tipo de hombre fuerte, maduro y decidido, bien
vestido y con gran atractivo físico. ¿Pero
sabría cómo escribir una buena escena de sexo? Si era así, a Victoria no le
importaría conocerlo mejor.
A: ¿El hombre de hoy? (dijo Anthony pensativo). Yo diría que tiene que saber qué es lo que
quiere y tener la confianza en sí mismo necesaria para conseguirlo. Debe tener pelotas (dijo esto último mirando
a Marcos). ¿No está de acuerdo, señor Guerrero?
M: Marcos (dijo Marcos). Y estoy de acuerdo en que los hombres deben
tener pelotas. De hecho, creo que es
parte indispensable del equipo.
A: Exacto (asintió Anthony exhalando confianza en sí
mismo y también inteligencia). Como yo,
por ejemplo. He levantado tres empresas
en los últimos cinco años y estoy camino de levantar la cuarta. Un negocio muy innovador...
M: ¿Qué ocurrió con las otras tres? (le interrumpió Marcos).
A: ¿Cómo dices?
M: Las otras tres empresas. ¿Tuvieron éxito?
A: El éxito es algo muy opinable (dijo Anthony mirándolo
con condescendencia). En su momento,
fueron viables.
M: Estoy seguro (dijo Marcos), pero ¿siguen en
funcionamiento hoy en día?
A: Algunas. Otras
no. No me he seguido ocupando de ellas. No es eso lo que hago. Yo las pongo en funcionamiento... busco
inversores... luego me llevo mi comisión
y a otra cosa. A los hombres de hoy en
día les gustan los desafíos (dijo Anthony y miró a Victoria). Eso también podrías ponerlo en el artículo.
V: Tal vez sea una buena característica (respondió Victoria
asintiendo con la cabeza y anotándolo).
M: Pues yo no lo creo (interrumpió Marcos).
Victoria giró la cabeza y lo miró de frente, pero volvió
a imaginárselo vestido de cuero. No
tenía sentido. Había querido que se
presentara en traje y ahora que lo había hecho, deseaba que se lo quitara.
V: ¿Por qué no?
M: Es demasiado general. A todo el mundo le gustan los desafíos. Es parte de la naturaleza humana. Además, no es un buen ejemplo de desafío el
limitarse a montar una empresa y después abandonarla. Quiero decir, que si lo único que hiciera el
protagonista de mis libros fuera empezar cosas y dejarlas a medias, el mundo se
terminaría en la página tres.
A: Supongo que ésa es la forma de trabajo de algunos,
pero no quiere decir... (Comenzó a decir Anthony con la mandíbula apretada).
M: Creo que lo importante es mantener el espíritu (dijo Marcos).
¿Qué crees, Victoria? (En busca de la opinión de Victoria).
V: Bueno, ambos tenéis razón, supongo, pero...
M: Lo que nos lleva a la pregunta de si consideras que la
vida en sí tiene que constituir un desafío continuo (insistió Marcos, que
comenzaba a divertirse). ¿Eres el tipo
de hombre que se limita a establecer relaciones, personales y profesionales, o
las cuida para mantenerlas?
A: Eso es algo personal, señor Guerrero (dijo Anthony con
la mandíbula aún más tensa).
M: Estamos haciendo un reportaje sobre el hombre ideal,
señor Stevens (le aclaró Marcos). ¿No
pensó que en algún momento las preguntas podrían ser personales?
Victoria dejó la copa. Los dos hombres estaban mirándose fijamente. Los ojos azules de Anthony llameaban mientras
los ojos oscuros de Marcos exhalaban pura inocencia. Si la entrevista tomaba aquel cariz tan personal,
acabarían dándose golpes por el suelo.
V: No creo que tengamos que... (Intercedió Victoria).
A: No sé qué es lo que estás buscando, pero me gusta
tantear el terreno, si es lo que quieres saber (dijo Anthony).
M: Eso es lo que quería saber (admitió Marcos).
V: Es... fascinante (dijo Victoria con voz animada. Fulminó a Marcos con la mirada y a
continuación sonrió a Anthony). Hablemos
ahora de... de...
M: Las emociones (la interrumpió Marcos reclinándose
hacia atrás en el asiento y sonriendo). Dime,
Anthony, ¿pierdes los nervios con facilidad?
V: ¿Pierdes los nervios con facilidad? (le recriminó Victoria
a Marcos cuando salió del hotel delante de él con la cabeza erguida). Marcos, ¿A qué ha venido esa pregunta?
M: Ha sido buena (dijo Marcos). Está en nuestra lista. El hombre ideal tiene buen carácter. Quería saber. ..
V: ¡No era necesario preguntárselo! (dijo Victoria deteniéndose
junto a su pequeño coche azul). ¡No
tenías más que mirarlo! Pensé que iba a
pegarte un puñetazo.
M: Si te soy sincero, yo también (dijo Marcos quitándose la
chaqueta y la incómoda corbata con una sonrisa que agradó a Victoria). Pero no tenías que preocuparte. Podía ocuparme de él. Sé hacer al menos cinco movimientos de kárate.
V: ¿De veras? (preguntó Victoria mirándolo mientras se
remangaba las mangas de la camisa). Yo...
esto... no sabía que practicaras kárate.
M: No lo hago. Sé
algunos movimientos, pero apuesto a que eso es más de lo que se puede decir de
Anthony.
V: Seguro (dijo Victoria cambiando su mirada hacia los brazos
bronceados de Marcos y se humedeció los labios. Regresando su mirada hacia su cara). Pero eso no importa ahora. Lo que me preocupaba no era que te golpeara,
sino el efecto que una bronca así podría tener en el artículo.
M: Muchas gracias (murmuró Marcos.
Desde luego las chicas de sus libros no actuaban así. Después de un altercado mimaban al héroe.
V: ¡No dejabas de provocarle!
Marcos la miró. Tenía
el pelo resplandeciente y los ojos marrones brillantes. Las mejillas estaban sonrojadas y los labios
humedecidos. No tenía más que acercar un
poco la cabeza y podría rozar con su lengua aquellos labios.
Entonces, Victoria le daría una patada en la entrepierna
y luego lo remataría golpeándolo con el bolso.
M: ¡Anthony no dejaba de fastidiarme! (se defendió Marcos). Cuando
llegué me pidió un martini sin preguntar. Simplemente lo pidió y cuando le dije que no
bebía martini me dijo que ya era hora de empezar. No sé cómo un tipo así llegó a la lista de
hombres de verdad, a no ser que la prepotencia sea una cualidad deseable.
V: No era prepotente. Sólo tenía confianza en sí mismo (dijo Victoria
mientras buscaba las llaves).
M: Detestable (dijo Marcos en voz baja).
V: Oka (aceptó Victoria riéndose). Puede que estuviera demasiado seguro de sí
mismo, pero a las mujeres de hoy en día les gustan los hombres así. Les gustan los hombres que saben lo que
quieren.
M: Pero ese tipo no sabe lo que quiere. Sólo sabe cómo empezar las cosas pero luego
las deja a la mitad. Y tiene demasiada
confianza en sí mismo. Está totalmente
seguro de que su nueva empresa va a ser un éxito.
V: Tiene razones para creerlo. Es la cuarta que monta.
M: Sí, pero todas las anteriores han fracasado, y si no
lo han hecho, tampoco han sido completos éxitos.
V: Aun así. Me
parece que podemos añadir a la lista que un hombre ideal tiene que estar
seguro de sí mismo.
M: Ya (dijo Marcos que no quería acabar la conversación).
Marcos recogió la chaqueta y la corbata que había dejado
en el capó del coche y echó a andar por la acera.
M: Bien, si es así, los escritores tenemos un problema.
V: ¿Por qué? (preguntó Victoria confundida).
M: Porque siempre estamos llenos de dudas (dijo mirándola).
¿No estás de acuerdo? El hecho de que tu último libro haya sido un
éxito no quiere decir que el próximo vaya a serlo también. Siempre tienes la duda de lo que pasará.
V: ¿Es así como te sientes? (dijo Victoria parándose y
mirándolo a los ojos).
M: Sí, así es. Sé
que no es la imagen que tiene que dar el hombre que buscamos, pero es la
verdad.
V: Creo que eso es mejor (dijo Victoria lentamente). A las mujeres les gusta que los hombres
también tengan algún punto débil, siempre y cuando no les obsesione.
M: ¿De veras?
V: De veras.
M: Eso es estupendo (dijo Marcos mirando el precioso
rostro de Victoria).
Marcos deseaba arrinconarla contra la pared y presionar
su cuerpo contra el de ella para que juzgara cuál era su punto débil en ese
momento. Pero no era buena idea. En su lugar, la tomó del brazo y echaron a
andar.
M: Vamos.
V: ¿Adónde vamos?
M: Hay un sitio cerca de aquí donde sirven el mejor té de
la ciudad (dijo Marcos sonriendo). Después
de la entrevista con Anthony, y de los dos sorbos de martini, creo que necesito
una taza.
V: Creo que yo también (concedió al fin Victoria).
Continuará…
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