Capítulo
6
“Los hombres de
verdad no desayunan cereales. No le
sirvas a tu hombre un tazón de cereales. Eso es para los niños. Necesita un desayuno vigorizante. Debería despertarse con el aroma a café recién
hecho, bacon crujiente, y verte, perfectamente peinada, maquillada y vestida en
la cocina, preparándole los huevos exactamente como le gustan”.
“49
Cualidades Del Hombre ideal”, Revista Hombre Real, Abril, 1964.
M: Yo tomaré cereales (dijo Marcos), y una infusión de té.
Tienen infusiones, ¿verdad?
Mozo: Por supuesto, señor, ¿qué le apetece? La menta es
especialmente buena por la mañana, pero también tenemos manzanilla...
Victoria se recostó en la silla mientras observaba a los
dos hombres discutir sobre infusiones. Dos hombres de verdad no hablarían nunca de
algo así. Los hombres modernos estaban
siempre preocupados por su cuerpo. Su
ideal de hombre no lo haría. Igual que
tampoco podía imaginarse a ese hombre entrando en un elegante restaurante
vestido con una camiseta que decía “Me encanta correr”. Aunque lo cierto era que a Marcos le sentaba
muy bien, seguro que mejor que al propio Brad Pitt. Marcos lucía un pecho fornido. No era el tipo que lleva traje porque seguro
que se mancharía la corbata, a menos que tuviera una novia que se ocupara de su
aspecto.
Victoria dio otro sorbo de café mientras consideraba esto
último. No pudo evitar preguntarse cómo
sería la mujer que hubiera en la vida de Marcos. Había leído algo en las revistas sobre ésta o
aquélla modelo pero nunca parecían relaciones serias.
Marcos no era un hombre perfecto, pero las mujeres de hoy
en día
tienden a pasar por alto cosas como los buenos modales, la puntualidad
o la elegancia para fijarse más en la fama, la riqueza o un pecho musculoso y
unos brazos fuertes y morenos. Victoria observó
los brazos de Marcos, y volvió a su pecho. Tal vez todas esas mujeres tuvieran razón.
M: El café suele despertar a la gente (dijo Marcos acercándose
a ella por encima de la mesa), pero parece que el tuyo te está poniendo en una
especie de trance.
V: Ah, lo siento, estaba... pensando... (“en tu pecho y
tus músculos imaginando cómo te sentaría un traje”)... en mi refrigerador.
M: ¿Tu refrigerador?
V: Se ha dañado (dijo ella haciendo una mueca al recordar
el olor a leche cortada). De hecho,
parece que no le pasa nada al equipo sino a la instalación eléctrica del
edificio.
M: Eso no parece seguro. Hoy es el refrigerador y mañana todo el piso
puede estar en llamas. Si yo fuera tú,
pensaría seriamente en cambiar de piso.
V: No, gracias. Acabo
de desempacarlo todo. Además, es normal
que pase algo así. Es un edificio antiguo.
Creo que lo construyeron en los años
cuarenta.
M: ¿Dónde está? (Preguntó Marcos y cuando Victoria se lo
dijo hizo una mueca). ¿Por qué vives
ahí?
V: Es un barrio interesante. Tiene carácter, personalidad... es un
ambiente agradable.
M: El ambiente no sirve para arreglar las grietas en la
pared o los fallos en el sistema eléctrico. Si quieres saber mi opinión, deberían destruir
todas esas casas y construirlas de nuevo. Hacer casas decentes para la gente en vez de
convertirlo todo en zonas residenciales para los ricos.
Victoria se movió incómoda. Tenía que admitir que en aquello tenía razón.
V: ¿Y dónde vives tú?
M: En Valle Blanco (contestó él con una sonrisa de
satisfacción).
Victoria esperaba que le dijera que vivía en la zona rica
de la ciudad.
V: ¿Valle Blanco? (Preguntó Victoria). ¿Te refieres a las afueras de Buenos Aires?
M: Exactamente.
V: Ah (contestó ella dejando la taza en la mesa,
intrigada). ¿Por qué vive allí un
escritor famoso?
M: Es buen sitio. Hay
muchos parques para salir a correr, varios mercados, buenos colegios...
V: ¿Escuelas? ¿Tienes
niños?
M: No que yo sepa (dijo Marcos con una sonrisa). Pero mi hermana sí. Vive cerca y también mi madre.
Para Victoria, Marcos parecía que era un hombre familiar,
o más bien un niño de mamá. Seguro que
hasta le hacían la limpieza, al menos que contratara a alguien para los oficios
de la casa. Segura que sería así. Victoria asumió que Marcos tendría una casa
con jardín, decoración moderna hecha por un profesional, y servicio, tal vez incluso
una cocinera que se ocupara de prepararle las infusiones.
V: Interesante... pero no es eso a lo que hemos venido. Tenemos que hablar del artículo.
M: Claro (dijo Marcos). ¿Qué hay que discutir?
V: Muchas cosas. El
concepto. El punto de vista que
seguiremos. ¿Por qué estás haciendo
esto...? (Se mordió el labio inferior,
pero las palabras habían salido ya de sus labios. No quería ser tan directa).
M: De acuerdo (dijo Marcos esperando a que el camarero
le sirviera la infusión). El concepto
parece bastante obvio. Tienes un
artículo que se escribió en 1964 en el que se incluían las características que
las mujeres tenían que buscar en un hombre ideal. Y ahora tienes que actualizarla.
Victoria asintió con la cabeza.
M: El punto de vista también parece claro. Tienes una
lista de hombres con los que hablar. Llamémoslos y hablemos con ellos. No creo
que tardemos más de uno o dos días.
V: Me temo que no será tan sencillo (explicó Victoria con
cuidado). No podemos llamar y
preguntarles su opinión sobre la puntualidad o los buenos modales.
M: ¿Por qué no? Es
lo que hiciste conmigo.
V: Sólo lo hice para preguntarte por tu personaje. No podía pasar un día con Hunter.
M: Supongo que no (dijo Marcos con ojos traviesos). Aunque podría escribir una escena en la que lo
hicieras.
Probablemente sería una en la que Hunter le arrancaría la
ropa (pensó Victoria).
V: No, gracias (dijo Victoria, aunque la idea pudiera
resultar atractiva). Ya tengo la
información sobre Hunter, pero no sé nada del resto de los hombres.
M: ¿No estarás sugiriendo que pasemos un día con cada
uno?
V: Tal vez no un día, pero sí unas horas.
M: ¿Horas? ¿Cuántos
hombres son?
V: Unos veinticuatro.
M: ¿Veinticuatro? No
podemos pasar horas con cada uno. Eso
nos llevará... horas.
V: Más bien días (corrigió Victoria). Por eso creo que será mejor que nos los
repartamos. Tú podrías ocuparte del
poeta, el galerista y al que le gusta el piercing y yo me ocuparé de los otros.
Los entrevistaremos y luego pondremos en
común todas las cualidades que hayamos encontrado.
Marcos se recostó en la silla. Si se repartía el trabajo ella, podría
ocuparse de otros proyectos más interesantes. Aunque no tuviera muchos a la vista.
M: Creo que no (dijo Marcos masticando con lentitud los
cereales).
V: ¿Cómo dices?
M: No creo que sea una buena idea (dijo él dándole unos
golpecitos en la mano a Victoria).
Victoria no había esperado una contestación semejante y
lo miró con suspicacia.
V: ¿Y cómo crees tú que deberíamos hacerlo?
M: Juntos.
V: No hay razón para que tengamos que hacer las
entrevistas los dos juntos. Tardaríamos
menos tiempo...
M: Yo no puedo continuar con mi trabajo hasta que haga
esto. Mi héroe está atrapado en medio
del océano, rodeado de los matones de un mafioso y de tiburones, y no podrá
escapar si no lee el tipo de libros adecuado.
V: ¿Qué?
M: Cosas mías (dijo Marcos). Necesito inspiración y creo que podré encontrarla
hablando con esos hombres.
V: No creo que un galerista se encuentre rodeado de
tiburones muy a menudo (dijo mientras miraba la sonrisa encantadora de Marcos).
M: Nunca se sabe. He
oído cosas terribles del mundo del arte.
V: Aun así, sería mejor que cada uno se ocupara de una
parte de la lista...
M: Podríamos hacerlo, sólo creo que sería mejor si hablamos
con todos a la vez.
V: Yo no lo creo. Sería
mejor hacerlo a mi manera, para tardar menos.
M: Lo cierto es, Victoria, que no estoy muy seguro de lo
que tengo que averiguar. Aunque lo
supiera, dudo mucho que lo hiciera bien. Escribo novelas, no artículos de revistas. Paso el noventa por ciento de mi tiempo en mi
despacho, pero nunca he entrevistado a nadie.
Marcos se quedó mirándola sensualmente irresistible. Victoria trató de recuperar el sentido.
V: Algo habrás tenido que investigar para tus libros.
M: Algo, sí (dijo él abriendo y cerrando los ojos). Llamo a la gente y les hago preguntas técnicas
sobre barcos, aviones... trayectorias de misiles y esas cosas. Pero vuestro
proyecto es totalmente nuevo para mí.
V: ¿Y qué me dices de antes de hacerte escritor? (preguntó
Victoria, que tenía un vago recuerdo de haber leído algo sobre su vida aunque
no podía recordar qué).
M: Veamos. Trabajé en un sitio de comida rápida cuando
tenía dieciséis años. Después de aquello acabé odiando ese tipo de comida, pero
no saqué gran experiencia en entrevistar a gente.
V: ¿Y entre los dieciséis y ahora? ¿O estuviste friendo
patatas hasta que vendiste un par de libros?
M: No (contestó Marcos). Trabajé un par de años en la construcción,
después conduje un camión..., Albañil y conductor de camiones.
Eso explicaba mucho las cosas.
M: Y después enseñé física durante un tiempo (terminó Marcos
explicando a que se dedicó antes de ser escritor).
V: ¿Estudiaste física en la universidad? (preguntó Victoria
con evidente sorpresa).
M: No te dejan enseñar si quieres con que tengas algo de
experiencia preparando comida rápida o sepas poner unos clavos. Pues claro que
estudié física. Es necesario para luego
enseñar, pero me temo que tampoco ayuda en esta situación. Sé por qué un helicóptero puede despegar en
vertical y cómo calcular la trayectoria de una bala, pero no me dieron clases
sobre cómo entrevistar a la gente.
V: ¿Y si no habías entrevistado nunca a nadie, por qué te
ofreciste a hacer esto? (preguntó Victoria sin poder evitarlo).
M: ¿No les explicó mi agente? (preguntó Marcos con
sorpresa).
V: Le dijo a Carlota que la idea te había dejado
fascinado pero...
M: Eso es (la interrumpió Marcos). Estoy absolutamente fascinado.
V: ¿De veras? (preguntó Victoria no muy convencida).
M: ¿La sinceridad es una característica importante del hombre
ideal?
V: Así es.
M: Vaya (dijo él dando un suspiro). De acuerdo. Lo cierto es que estoy preocupado por Hunter. Quiero crear un hombre al que las mujeres
puedan admirar. Parece que tú también
estás trabajando en el mismo concepto. A
tu lado podré averiguar el tipo de hombre que les gusta a las mujeres, pero
necesitaré tu ayuda (añadió dijo él enseñándole su dulce y encantadora sonrisa).
Además, ¿cómo sabría yo quién es el
hombre ideal si no estás tú para mostrármelo?
A Victoria no se le ocurría ninguna razón para contradecirle.
Ella tenía su propia idea del hombre
perfecto y quién sabía lo que encontraría Marcos si ella no le echaba una mano.
V: Supongo que ambos podríamos hacer las primeras
entrevistas juntos. Pero tienes que ser
puntual.
M: Como tú digas.
V: Y no estaría mal que te vistieras algo más formal.
Habrá fotógrafos y eso.
M: Claro (dijo él, sorprendido una vez más).
V: De acuerdo entonces (dijo ella recogiendo sus papeles).
¿Con quién quieres empezar? ¿El galerista o el programador informático?
Media hora después, Victoria aparcaba frente a Deportes
al Aire Libre. No estaba muy segura de
por qué Marcos se había ofrecido voluntario a ayudarla en su artículo ni por
qué había insistido tanto en que trabajaran juntos. Sin embargo, una cosa estaba clara. Ya que había decidido hacerlo, iba a llegar
hasta el final.
Marcos se había mostrado muy interesado en la idea y
habían pasado más de una hora discutiendo el enfoque hasta decidir que cada
uno pensaría en las cualidades que mejor describieran al hombre ideal. Victoria estaba deseando ver sus sugerencias.
Iba pensando en ello cuando abrió la puerta de los
almacenes. Hacía mucho que no pasaba por
allí. Habían modificados su
infraestructura y decoración, a una más moderna, ahora en un mismo edificio se
encontraban tanto la zona de ventas “showroom’ como las oficinas centrales. El difunto señor Walters se preocupaba por la
calidad de sus productos pero no por la decoración. Antiguamente aquello no era más que una gran
nave con el suelo de cemento y luces fluorescentes en el techo.
Las cosas habían cambiado mucho. El suelo estaba cubierto
por una alfombra de un color gris claro y las paredes habían sido pintadas con
colores brillantes. La mercancía estaba
dividida por departamentos. Victoria se
paseó por la sección de mochilas, se detuvo a ver algunas chaquetas y finalmente
las tiendas de campaña donde una dependienta forcejeaba con un maniquí al que
trataba de vestir.
Empleada: ¿Necesita ayuda?
V: Oh, no (dijo Victoria). Sólo estaba mirando.
E: Las mochilas están por allí, y más allá el material
de escalar. ¿No es usted de las que
escalan, verdad? (dijo mirando a Victoria de arriba abajo).
Victoria negó con la cabeza.
E: Bien porque no sé dónde están las cosas (confesó la
empleada). Te vas un par de semanas de
vacaciones y cuando llegas todo ha cambiado de sitio.
V: Sí, este sitio está distinto.
E: Ni que lo diga (dijo la empleada). Es por el señor Carrión. Lo cambia todo. Llevamos renovando desde que asumió la
dirección.
V: Está muy... bien (aventuró a decir Victoria).
E: Supongo (dijo la mujer con una expresión que decía
claramente que no le gustaba). Personalmente,
no creo que tenga el aspecto de una tienda a la que se viene a comprar equipo
de escalar montaña. Se parece más a
una... boutique.
V: Bueno, sí, lo parece.
E: Incluso hemos incluido una línea de ropa interior de
cuero en el catálogo de productos (añadió la mujer con un gesto de asco). Si el señor Walters levantara la cabeza... Bueno
a este paso, no me extrañaría que estuviéramos fuera del negocio en menos de un
año.
V: No creo que sea así. Estoy segura de que se venderá bien (dijo Victoria
intentando darle ánimos).
E: Lo dudo (dijo la mujer mientras se daba la vuelta y se
dirigía hacia otros clientes).
Victoria la observó durante un momento y después salió
de la zona de ventas, atravesó las puertas de cristal y subió al segundo piso
donde estaban las oficinas. El señor Carrión
había hecho cambios allí también. La
entrada había sido pintada de otro color y el suelo estaba cubierto de la misma
elegante alfombra de color gris. Sarah
Myles, que había sido la secretaria del señor Walters durante años, también
había sido reemplazada por una joven vestida con un traje de seda verde que
tecleaba en el ordenador con asombrosa eficiencia.
Angie: Hola (dijo con una brillante sonrisa). Bienvenida a Deportes al Aire Libre. ¿En qué puedo ayudarla?
V: Bueno... yo... Angie (empezó Victoria leyendo el
nombre que aparecía en la tarjeta de identificación de la joven), me gustaría
escribir un artículo sobre los almacenes y quería hablar con alguien al
respecto. Soy una periodista free-lance
y me gustaría hablar de los cambios que este lugar ha experimentado desde que
el señor Carrión asumió la dirección (explicó Victoria), pero también sobre la
marcha del negocio en general.
A: ¿De veras? (preguntó Angie pasándose las manos por
las inexistentes caderas) ¿Y habrá fotógrafos?
V: Por supuesto (dijo Victoria).
A: Bien, entonces no veo por qué no habríamos de hacerlo.
V: Supongo que tendría que hablarlo con el señor Carrión,
no obstante. ¿Cómo cree que se lo tomará?
A: No creo que tenga ninguna objeción (dijo Angie muy
confiada en la respuesta del Sr. Carrión). Es muy amable. Un verdadero caballero. Ya me entiende. Siempre está conforme con todo y no va por ahí
tocándome el trasero a la más mínima oportunidad.
V: Aun así creo que debería hablar con él (le insistió Victoria
que no veía que aquella chica tuviera muchas curvas).
A: Probablemente, sí (dijo Angie sin dejar de escribir).
No está aquí en este momento, pero
vendrá mañana. Si me deja su nombre y su
número de teléfono le diré que se ponga en contacto con usted.
V: Gracias (dijo Victoria entregándole una tarjeta de presentación).
Por cierto, ¿no conocerá a Simón González?
Es un comercial...
A: ¿Simón? Claro que conozco a Simón (dijo ella
poniéndose colorada). Todo el mundo
conoce a Simón (prosiguió mirando a Victoria de arriba abajo). ¿Es su prometida?
V: Oh, no, no (se apresuró a responder Victoria). Nada de eso. Yo... ¿Simón está prometido?
A: ¡Por supuesto que sí! (contestó Angie). Lo llama al menos doce veces al día.
V: ¿De veras? (preguntó Victoria recordando que Estela no
había mencionado nada de una prometida).
A: Seguro que lo hace para vigilarlo. Y no la culpo. Si yo tuviera un novio así también lo
vigilaría (dijo volviendo a sonrojarse). Lo siento. No debería haber dicho eso a una
amiga de Simón.
V: No soy amiga suya. No lo conozco siquiera. Yo... esto... alguien me habló de él, eso es
todo (dijo riéndose). Por lo que dijo
parecía que estuviera hablando del nuevo galán.
A: Es encantador, sí (dijo Angie con expresión soñadora).
Es una pena que esté comprometido.
V: Cierto (murmuró Victoria antes de dirigirse hacia las
escaleras preguntándose si Estela sabría que estaba comprometido).
Decidió que Simón no podía estar en su lista de hombres
perfectos porque uno de ellos nunca flirtearía con una mujer a menos que
estuviera libre y realmente interesado.
Lo bueno del día era que iba a escribir sobre Deportes al
Aire Libre. No era exactamente
periodismo de investigación, pero era mucho mejor que la lista de cualidades
del hombre ideal.
El personaje de Marcos estaba sufriendo una crisis de
identidad, lo mismo que el propio Marcos.
¿Renovar el vestuario? ¿De dónde había sacado algo así? Golpeó el teclado lleno de frustración. Como si cambiar de vestuario pudiera
arreglarlo. Y aunque consiguiera que
Hunter cambiara de forma de vestir o que leyera otro tipo de libros, quedarían
otras cuarenta y ocho cualidades más. Marcos
era consciente de que él sólo cumplía tres o cuatro y Hunter estaba en un verdadero
lío.
Marcos seguía mirando el ordenador con aspecto decaído
cuando sonó el teléfono.
M: ¿Sí? (gruñó al ver quién lo llamaba).
J: Soy yo (dijo Jaime). Tengo un par de preguntas que hacerte. Qué tal te fue con la señorita Fernández y si
tu héroe ha salido ya del agua.
Marcos apoyó los pies en la mesa y leyó con desgana los
párrafos que había escrito.
M: Digamos que ambos hacen aguas. De hecho, ahora mismo me siento igual que
Hunter: rodeado de tiburones y con muy pocas opciones de sobrevivir.
J: Oh, no. ¿Qué ha ocurrido esta vez?
M: ¿Con quién? (preguntó Marcos). ¿Con Victoria o los
tiburones?
J: Victoria (explicó Jaime con ansiedad). No habrás
vuelto a irritarla, ¿verdad?
M: No (dijo Marcos).
No la había irritado pero tampoco le había causado una
gran impresión. Había tenido que
utilizar todos los trucos de que disponía para conseguir que accediera a hacer
las entrevistas con él. No sabía por qué
había insistido tanto en ello. Era perfectamente
capaz de acercarse a cada uno de los hombres y averiguar cuántas cualidades de
un hombre ideal tenía. No podía ser tan
difícil. Además, peor sería hacerlo con
una mujer que lo consideraba un ser de otro planeta.
Le fastidiaba admitirlo pero aquello le molestaba. Incluso cuando no era un escritor famoso, las mujeres
se habían sentido atraídas por él aunque no hubiera durado mucho con ninguna. No era así con la señorita Fernández aunque
ella tampoco le interesaba a él.
J: ¿Marcos? (preguntó Jaime). Marcos se dio cuenta de pronto de que estaba
hablando con Jaime.
M: No la irrité, Jaime.
J: ¿Entonces qué ocurrió? ¿Conseguiste una copia de la lista?
M: Sí (dijo Marcos con el papel en la mano). Me ha pasado una copia por fax.
J: Y...
M: Y no sirve de mucho (dijo Marcos lanzando la ofensiva
hoja de papel lejos de sí). Para
empezar, es una lista de cualidades pensadas para un hombre de 1964. No sé si se supone que los hombres actuales deberían
cumplirlas o no pero déjame decirte, Jaime, que si es así, tenemos un problema.
J: ¿Y eso por qué?
M: ¡Deberías ver esto! El hombre ideal tiene que ser
puntual, educado, seguro de sí mismo, bien organizado, bien vestido, estar
interesado en la decoración...
J: ¿Decoración? (preguntó Jaime). A mí me gusta la decoración, es más, adoro la
decoración.
Marcos echó un vistazo a la decoración de su despacho:
numerosas estanterías llenas de revistas y libros descolocados, y un mueble
archivador. El resto de la casa estaba
igual. Compraba mobiliario que le era útil. Desde luego, a él no le interesaba
la decoración y a su héroe... nunca lo había pensado.
M: Estupendo. Una
de las cincuenta características para ti.
J: También voy bien vestido (continuó Jaime pensativo), y
soy puntual, educado o al menos lo intento...
M: Me alegro por ti. Ahora ya llevas tres de cincuenta. Menos de un diez por ciento.
J: Dime otra (dijo Jaime). Estoy en racha.
M: Oka. ¿Qué me dices de «le gustan los animales» o «es
caballeroso»?
J: ¿Caballeroso? (repitió Jaime). ¿Qué significa eso? ¿Tenemos que batirnos en duelo o algo así?
M: ¿Quién sabe? (dijo Marcos dejando el papel en la mesa).
Te digo, Jaime, que esto es imposible.
¿Cómo puede alguien satisfacer todas estas cualidades? A los que tengo les
gustan los deportes pero no hacen nada en casa.
J: A mí tampoco me gusta ocuparme de la casa (dijo Jaime).
No se me dan bien los deportes aunque me
gusta ir a jugar al golf de vez en cuando. ¿Es muy importante?
M: No lo sé. Tal
vez algunas de las cualidades cuenten menos que otras. Además, éstas son de 1964. No sé cuáles siguen en vigencia en el siglo
XXI.
J: Averígualo rápido (advirtió Jaime). Ivana ha pedido la primera cita con el consejero
para finales de mes. Si no lo averiguo antes, me dejará.
Marcos colgó el teléfono. No estaba seguro de que pudiera
ayudar a Jaime, ni tampoco a Hunter o a sí mismo.
Continuará…
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