Capítulo
4
Victoria leyendo;
“El hombre ideal es
puntual. Pongan sus relojes en hora,
chicas. Su hombre es el más puntual. Cuando
dice a las dos, lo dice en serio. Si
tiene que esperar se pondrá de mal humor. Está impaciente por verte, lo cual no es nada despreciable.
Tú también querrás ver a un hombre así”.
“49
Cualidades Del Hombre ideal”, Revista Hombre Real, Abril, 1964.
O Marcos no quería verla o él desde luego no formaba
parte de la lista de los hombres de verdad de 1964. Victoria miró hacia la puerta del restaurante
por décima vez y se acomodó en la silla mientras fruncía el ceño al ver la
hora.
Aquel hombre ya llegaba media hora tarde. Desde luego, la puntualidad no era un rasgo
del hombre moderno.
Tampoco se podía decir que albergara muchas esperanzas
respecto a Marcos Guerrero, pero era ciertamente el más interesante del lote. Además, se había pasado la tarde leyendo uno
de sus libros, y tenía que admitir que Estela tenía razón. Sus héroes eran los clásicos hombres de
acción pero las escenas de sexo eran espectaculares. Tal vez tuviera cualidades que estaba
dispuesta a descubrir.
Examinó la puerta una vez más y vio entrar a una pareja
de edad madura, seguida de un hombre con aspecto confuso, de unos treinta
años, vestido de modo informal y muy inapropiado para el lugar, con una
chaqueta oscura y una camiseta pop sobre los jeans.
Victoria observó a la pareja mientras el maître los
acompañaba hacia su mesa y notó, con un pinchazo de pura envidia, el solícito
gesto del hombre al retirar la silla para que su acompañante se sentase y
sentarse después él. Aquel hombre sí era
un hombre ideal. Lo malo es que debía
tener setenta años.
Miró entonces al joven de la camiseta. Era un ejemplo que ilustraba perfectamente las
maneras inadecuadas de los hombres modernos.
Era bastante atractivo, pero iba desaliñado, con unos jeans un tanto
sucios, y aquella camiseta barata que desentonaba plenamente con el
restaurante. Frunció el ceño al ver que
el maître se dirigía con él directamente hacia ella. El hombre de la camiseta le resultaba familiar
pero no podía ser...
Maître: ¿Señorita Fernández? (Preguntó el maître en un tono que congelaría
el ecuador).
V: ¿Sí? (dijo Victoria).
Maître: Este hombre pregunta por usted (dijo mirando al
hombre con total desprecio antes de marcharse).
M: Hola. Soy Marcos
Guerrero.
No podía ser. ¿Dónde
estaba el traje, el sofisticado corte de pelo, la cara afeitada? Tenía el mismo pelo oscuro y los ojos
profundos aunque se escondía bajo unas gafas de sol deportivas. La nariz también era la de la foto.
V: Victoria, Victoria Fernández (dijo Victoria extendiendo la mano).
Al estrecharle la mano, Victoria sintió un escalofrío que
le recorría el cuerpo. Tenía carisma, lo
admitía, pero eso no lo convertía en el hombre del siglo.
V: Perdón, siento no haberle reconocido (continuó Victoria
tras recobrarse de la corriente eléctrica que recibió al rozar la mano de
Marcos). No se parece demasiado a la
fotografía de su libro.
M: La gente siempre me dice lo mismo (dijo él reclinándose
en la silla). Creo que es porque
necesitan horas para conseguir que pose con ese aspecto.
Victoria trató de no mirarle mientras el rechazaba la bebida
que le ofrecía el camarero.
M: Preferiría una infusión de té, si tienen (dijo). Si no, tomaré agua, mineral.
Agua mineral e infusiones. Aquello descorazonó a Victoria.
M: Entonces, dígame ¿de qué va todo esto, señorita Fernández?
V: Victoria, por favor dígame Victoria (dijo ella). ¿No se lo explicó su agente? Hablé con él hace un par de días y creo que la
revista...
M: Sólo me dijo que era para la revista Hombre Real. Pero no la conozco. ¿Tiene que ver con la caza y la pesca?
V: En realidad, no (dijo Victoria). Es una revista para mujeres.
M: Ah, una de ésas (Marcos se inclinó hacia atrás en el
respaldo del asiento). Azul, ensalada
con aceite y vinagre y las mujeres como tú (Victoria parpadeó rápidamente llena
de asombro y él sonrió). Eso es lo que
me ibas a preguntar, ¿no? Mi color
favorito, mi comida favorita y el tipo de mujeres que me gustan.
Victoria lo miró y sintió un escalofrío al ver la sensual
sonrisa de complacencia en su rostro. Conocía
a los hombres como él. Petulantes,
arrogantes, los que nunca se sienten solos porque su ego siempre les hace
compañía.
V: No exactamente, no.
M: ¿No? ¡Estupendo! Para serte sincero, no tengo preferencias de
color, siempre digo el primero que se me pasa por la cabeza.
Victoria estaba prácticamente derritiéndose en la silla
con el arranque de sinceridad y la chispeante sonrisa de aquel hombre. Tal vez se hubiera equivocado con él. Después de todo, era guapo aunque no fuera
bien vestido y comprendía que no tuviera un color favorito; tampoco ella lo
tenía...
¿Pero qué estaba haciendo? Había tenido reacciones así antes y sólo querían
decir una cosa: química. Abrió el bolso
y sacó sus papeles.
V: La revista quiere sacar un artículo...
M: Así es que estoy tratando de poner al día la lista (concluyó
Victoria finalmente).
M: Comprendo (dijo Marcos)
Marcos partió un trozo de pan integral que le había
traído el camarero, mientras observaba con admiración a la mujer que tenía
enfrente. Las entrevistas eran parte de
su trabajo como escritor aunque él no solía disfrutar con ellas. Pero aquélla era agradablemente diferente.
También Victoria. Se
reclinó sobre el respaldo y la observó mientras comía. Había dicho la verdad en lo de que le gustaban
las mujeres como ella. No tenía la mirada
ansiosa que solían mostrar las mujeres ante él normalmente.
Victoria tenía un cuerpo bien formado, un rostro
amigable, unos resplandecientes ojos marrones que sugerían un gran sentido del
humor. El cabello rubio que llevaba
peinado hacia atrás dejaba a la vista un rostro juvenil cubierto de pecas.
V: La revista realizó una encuesta y dio con una lista de
hombres para que los entrevistara.
M: Mi nombre estaba en la lista, ¿no es así? (dijo Marcos
con suficiencia).
Aquello desmontaba la teoría de Jaime de que su fracaso
con las mujeres era culpa suya. Se
alegraba de haber aceptado que le hicieran la entrevista. La señorita Fernández no llevaba anillos y
tenía un cuerpo espléndido. Se detuvo a
mirar su garganta y la piel visible de su escote.
V: Bueno, no exactamente (dijo Victoria). Hunter estaba en la lista.
M: ¿Quién? (preguntó Marcos sorprendido y la miró a la
cara).
V: Hunter McQueen. El protagonista de Acción al atardecer.
M: ¿Quieres decir que me estás entrevistando porque
Hunter está en la lista de los hombres de verdad?
V: Eso es.
M: Hunter McQueen no es un buen ejemplo. Para empezar, ni siquiera es real. ¡Yo lo creé!
V: Soy consciente de ello (contestó Victoria con serenidad).
A las mujeres que participaron en la
encuesta se les pidió que identificaran a su hombre ideal pero no les dijeron
que tuviera que ser un hombre de carne y hueso.
M: Estupendo (dijo Marcos sin emoción. Su nombre no aparecía en la lista pero el de
su héroe de ficción sí. No sabía si
sentirse halagado o insultado).
V: Por eso tengo que hacerte algunas preguntas sobre él.
M: ¿Sí? (Marcos se sentía definitivamente insultado). ¿Y qué quiere saber, señorita Fernández?
V: Victoria, por favor. No serán muchas preguntas (dijo Victoria echando
un vistazo al informe que tenía en las manos).
Mientras, Marcos dio un largo sorbo de agua tratando de
recobrar la compostura. Al menos su
héroe había tenido éxito y él se sentía identificado con él de alguna manera.
V: ¿Qué tal si empezamos por sus modales?
M: ¿Modales? (repitió Marcos).
V: Así es. ¿Cómo
es Hunter? ¿Dirías que tiene buenos
modales?
M: ¿Modales? Él se
dedica a salvar el mundo. Está demasiado
ocupado haciéndolo como para preocuparse por sus modales.
V: Entiendo (dijo Victoria frunciendo los labios). No considera importantes los modales.
M: Bueno, no es así exactamente. Simplemente no se preocupa por ellos.
V: Comprendo (Victoria escribía en su libreta las
respuestas ofrecidas por el escritor). ¿Y
qué me dices de ti? ¿Lo consideras
importante?
M: No quiero ser grosero, pero bueno, no soy un maestro
de la etiqueta.
V: ¿Y qué me dices de la moda? ¿Dirías que Hunter va bien vestido?
M: No mucho (dijo Marcos y pudo comprobar cómo Victoria volvía
a escribir en su cuaderno). Pero yo
tampoco diría que va mal vestido. La
mayoría del tiempo lleva ropa de camuflaje o de color negro si es por la noche.
Supongo que se viste de forma adecuada
para su forma de vida.
V: Ya, pero no es eso lo que quiero saber. Me interesa saber si la moda es una prioridad
para él.
M: No (respondió Marcos). Salvar el mundo sí lo es; lo que lleve puesto
no es prioritario.
Pero Victoria no parecía muy impresionada ante la
naturaleza de las misiones de su creación literaria.
V: Entonces, ¿si Hunter se encontrara en una situación
que requiriera traje y corbata, lo llevaría?
M: No lo sé. Supongo que si tuviera que hacerlo, lo haría.
V: Oh, vaya (dijo Victoria). Sigamos con la puntualidad.
M: La puntualidad es muy importante para Hunter (dijo Marcos
aliviado de que le preguntara algo a lo que podía responder positivamente). Siempre llega antes de que la bomba explote...
aunque Hunter llegó en el segundo final la última vez, y creo...
V: No es a ese tipo de puntualidad al que me estaba
refiriendo (dijo Victoria con una sonrisa). Me refería más bien a su puntualidad en las
citas. ¿Es puntual en esos casos?
M: Supongo que lo sería aunque siempre habría alguna
circunstancia atenuante.
V: ¿Por ejemplo?
M: Ya sabes (dijo Marcos haciendo un gesto con la mano). Si estuviera atado de pies y manos, o encerrado,
o abandonado en medio del desierto. Si
alguna de esas situaciones se diera, llegaría tarde. Días tarde.
V: ¿Y cómo se sentiría? ¿Enfadado, preocupado...? (preguntó Victoria con
gesto de desaprobación de nuevo).
M: Le preocupa más poder perder la vida (respondió Marcos
irritado). Además, mi héroe no tiene muchas
citas.
V: ¿No piensa establecer una relación estable?
M: ¡Hunter ya tiene relaciones! (dijo Marcos empezando a
estar harto de la entrevista).
V: No, en tus libros, no. Empieza muchas pero no continúan. No parece preocuparle mucho que no sea su
próxima aventura.
M: Eso no es cierto. Además, son libros de aventuras, no novelas
de amor. Aunque mi héroe es un gran
amante (sonrió al decir eso mientras se inclinaba sobre la mesa tratando de
convencerla). O al menos, así es como
trato de describir las escenas de cama.
V: ¿De veras? (dijo Victoria). Bueno, debe ser un gran amante porque cada vez
que una mujer entra en su habitación se abalanza sobre ella.
M: Es ficción, Victoria (dijo él de mala gana al notar el
desprecio de ella).
V: No lo olvido (dijo Victoria). Lo que digo es que un hombre que no se
preocupa por la puntualidad, ni por los modales, ni por las relaciones
personales o el atuendo no tendría gran éxito en el mundo de los hombres de
verdad. Hablemos ahora de libros, ¿qué
tipo de literatura le gusta leer a su héroe?
Marcos, se ofendió ante la curiosidad de Victoria hacia
su personaje de acción, simplemente se levantó de repente excusándose, dejando
sin responder la pregunta de Victoria.
Continuará…
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