Capítulo
3
Estela Brine no compartía la falta de entusiasmo de Victoria
por el artículo que le habían encargado. Se había pasado por el nuevo apartamento de Victoria
para ayudarla con la mudanza.
E: No suena tan mal (la consoló Estela cuando Victoria le
contó los detalles del nuevo artículo periodístico para el cual fue contratada). Al menos conocerás a unos cuantos hombres
interesantes. Yo no lo he conseguido. Los únicos hombres a los que conozco sólo me
quieren para que les lleve las cuentas.
V: Eso es porque eres contable (dijo Victoria mientras
colocaba los libros en la librería de mimbre). ¿Crees que esta librería queda bien aquí? ¿O tal vez quedará mejor en la otra pared?
E: En ninguna. Sólo
puedes hacer una cosa: empacar todo y volver a tu antiguo apartamento. La librería quedaba mucho mejor allí.
V: ¡Estela!
E: Vale, pero es cierto (Estela dobló las piernas y se
abrazó las rodillas). No sé por qué te
has mudado. Tu otro apartamento estaba
más cerca del centro, era más grande y bastante más barato. Además, el cemento del techo no parecía a
punto de desprenderse.
V: No le pasa nada al cemento de este techo, Estela.
E: Ya le pasará (le advirtió Estela). Mi padre se dedicaba a la construcción y sé
de estas cosas. Te digo que un día
entrarás en esta habitación y comprobarás que el techo se ha convertido en el
suelo. Además, no hay ascensor.
V: Sólo son dos pisos. El ejercicio me vendrá bien.
E: El ejercicio está bien cuando se supone que estás
haciendo ejercicio, no cuando cargas con las bolsas de la compra. Pero lo mejor del otro apartamento era que
estaba muy cerca del mío. Te voy a echar
de menos, por no hablar de cuando hacías de niñera gratis.
V: Yo también los echaré de menos (dijo Victoria). Quizás mudarme acá no ha sido tan buena idea.
Victoria echó otro vistazo a la habitación prestando especial
atención a las molduras de las puertas de madera maciza y los altos techos. No, mudarse había sido la mejor idea.
V: Tenía que mudarme, Estela. Ésta es la casa en la que siempre me imaginé
viviendo. Tiene gusto, es elegante,
antigua...
E: Eso seguro, por no hablar de lo lejos que está.
V: No te preocupes (dijo Victoria extendiendo una mano
para tocarle la rodilla a su amiga). Nos
veremos frecuentemente y cuidaré de Matthew siempre que lo necesites (mientras
lo decía examinó de nuevo la librería y decidió que estaba bien donde estaba).
Sólo espero poder seguir pagando este
sitio.
E: ¿Y por qué no ibas a poder? Te encargan escribir muchos artículos.
V: Sí, supongo que sí, si lo que quiero es escribir
siempre esos artículos absolutamente banales.
E: Victoria, ¡No siempre escribes cosas banales! ¿Cómo llamarías tú a aquél artículo sobre “las
Prendas que te hacen sentir atrevida” o “El
dormitorio que incita” o “Las mejores
recetas sensuales”?. ¿Periodismo de
investigación?
V: Bueno, no. Yo
lo llamaría pagar las facturas.
E: ¿Y el que tienes ahora?, no suena nada mal. Ni siquiera tienes que buscar las cincuenta
cualidades del hombre ideal, sólo tienes que poner al día una lista algo
anticuada.
V: Supongo que tienes razón. El problema es que no creo que haya que
actualizarla.
E: ¿Perdón? (preguntó Estela sin llegar a comprender el
objetivo final del artículo que tiene que escribir Victoria).
V: Lo has oído (confesó Victoria). Llevo pensando en ello desde que hablé con Carlota.
Me dijo que yo salía con muchos chicos y
es cierto. He salido con muchos hombres
de ahora, y ninguno me ha impresionado realmente.
E: Oh, vamos (Estela levantó las cejas). ¡Algunos de esos chicos eran realmente
guapos!
V: ¿Cómo quién?
E: Derek, por ejemplo. Era un encanto... con esos rizos rubios, y
esos grandes bíceps.
V: Eso es cierto (dijo Victoria), pero les dedicaba toda
su vida a sus bíceps. Si hasta hablaba
con ellos...
E: Ahora que lo pienso, un día me los presentó.
V: Se los presentaba a todo el mundo. «Hola, soy Derek y estos son mis bíceps». Al final me di cuenta de que le importaban más
ellos que yo.
E: Tal vez Derek no haya sido un buen ejemplo. Veamos, ¿qué me dices de Osvaldo? Era guapísimo y no se pasaba el día en el
gimnasio.
V: Cierto, él pasaba todo su tiempo con el psicólogo.
E: No hay nada malo en eso. Mucha gente...
V: Osvaldo estaba obsesionado (recordó Victoria). Era la única persona que he conocido que tenía
más psicólogos que familiares. Ni
siquiera sabía qué problema estaba tratando de solucionar. Y cuando no hacía eso se entretenía
psicoanalizándome a mí. Finalmente, decidió
y entendió que era él era demasiado inseguro para comprometerse y yo estuve
totalmente de acuerdo con él.
E: Un poco compulsivo, sí. Fue mala suerte porque era realmente
encantador, pero sin ser soñador como Angus. Ése sí que estaba bueno: rubio y barba de dos
días. Me recordaba a Brad Pitt.
V: Su defecto era que ni se cortaba el pelo ni buscaba
trabajo. No podía hacer ninguna de las
dos cosas porque se estresaba.
E: Pero lo pasabas bien con él.
V: Cierto, pero eso era todo. No me imaginaba casándome con él. De hecho, ése era el problema con todos. Eran buenos chicos, pero no me veía pasando el
resto de mi vida con ninguno de ellos. Yo
creo que era porque los encontraba demasiado modernos.
E: ¿Quieres un hombre chapado a la antigua?
V: Sí, afrontémoslo, Estela. He salido con muchos hombres pero no por
motivos de peso; siempre lo hago porque son guapos, o porque tienen buen
cuerpo, o porque me resultan excitantes. Nunca he salido con ninguno que me pareciera
una sólida elección como pareja.
E: Te entiendo (dijo Estela asintiendo con la cabeza de
rubios rizos). Yo salí con mi ex, William, porque tenía unos
hombros anchos y creo que hasta me casé por el mismo motivo.
V: ¡Eso es exactamente lo que quiero decir! A partir de ahora sólo saldré con aquellos
hombres a los que considere posibles maridos (se reclinó contra el respaldo
del sofá, cerró los ojos y se imaginó a su hombre ideal). Quiero un hombre como los de antes: fuerte,
seguro de sí mismo, bien vestido, amable... un hombre que te cede su sitio en
el autobús, como lo haría un caballero o mi padre (abrió los ojos para
comprobar la reacción de Estela). Mi
padre era así. ¿Sabes que solía llevarle
a mi madre una taza de té a la cama todas las mañanas? Creo que ningún hombre ha hecho eso por mí.
E: Yo tampoco. No
puedo imaginar que ningún hombre se levantara antes que yo.
V: Mi padre siempre lo hacía. Quería cuidar de mi madre. Ya no quedan hombres así.
E: Es nuestra culpa (murmuró Estela). Queríamos hombres con sentimientos.
V: Y los tienen, sólo que ahora están tan preocupados
con lo que sienten que no se preocupan de lo que una siente. Quieren que las mujeres hagan todo el trabajo
mientras ellos se ocupan de lo que realmente les importa: su carrera, su
programa de ejercicio, su nivel de colesterol. No necesitan a una mujer porque están
demasiado ocupados en sí mismos.
E: Eso seguro (murmuró Estela). Hoy en día, una tiene suerte si consigue que
su ex marido le pague la pensión de los hijos a tiempo.
V: ¿Lo ha hecho otra vez? (dijo Victoria dejando de
pensar en sus propios problemas y pensando en lo irresponsable que es el ex de
su amiga).
E: Así es. William
ha dejado el trabajo (dijo Estela más con resignación que con rabia). Decidió que instalar televisión por cable no
satisfacía sus necesidades. Aquí tienes
una cualidad: un hombre ideal no está interesado en encontrarse a sí mismo. William lleva años buscándose a sí mismo. Desafortunadamente, aún no se ha encontrado.
V: ¿Por eso se separaron?
E: Por eso y porque siempre trataba de encontrarse en el
dormitorio de alguna rubia sexy y pechugona. Ahí tienes otra: el hombre ideal es monógamo.
¡No es tan difícil!
V: No lo sería si fuera yo quien tuviera que inventarse
la lista. Lo haría en menos de media
hora. Pero eso no es lo que Carlota quiere
que haga. Tengo que entrevistar a un
montón de hombres y descubrir al hombre ideal.
E: Eso complica las cosas (dijo Estela). Siempre puedes hablar con Gerald. Parece ser un caballero. Desafortunadamente, tiene la mala costumbre de
desaparecerse cuando menos lo esperas.
V: ¿Gerald? (dijo Victoria colocando un ejemplar de Romeo
y Julieta en la estantería). ¿No te
referirás al tipo que heredó Deportes Al Aire Libre?
E: El mismo.
V: Lo suponía (suspiró Victoria).
Estela la había tomado contra el pobre Gerald desde que
heredó la empresa en la que ésta trabajaba como contable.
V: El señor Walters murió de una reacción alérgica, Estela
(añadió Victoria).
E: Eso es lo que dijeron, pero yo creo que es muy
extraño. Admito que Franklin era
alérgico al pescado, ¡pero sabía que lo era! Y por eso tenía mucho cuidado con lo que
comía. Y ocurrió justo en la cena anual de
su empresa (dijo Estela, que se tomaba aquel asunto como un agravio personal).
Estaba bien y al momento siguiente se
lo llevaban en ambulancia. Más tarde dijeron
que pensaban que había comido pescados o mariscos camuflados con los aperitivos,
pero yo no lo vi hacerlo.
V: Tal vez no supiera que contenían pescado.
E: Supongo, aunque no me extrañaría que Gerald tuviera
algo que ver. Después de todo él era el
heredero (dijo Estela dando un largo suspiro, con los ojos llenos de tristeza).
Ojalá Franklin se la hubiera dejado a
otro. Franklin Walters era un encanto,
era un placer trabajar para él. Y ahora
su sobrino está haciendo todos esos cambios. Ha introducido una línea de ropa interior de
cuero, ¿te lo imaginas? ¡Si el pobre Franklin levantara la cabeza!
V: Tal vez se venda bien.
E: Tal vez (dijo Estela dubitativa). Pero qué sé yo. Sólo me ocupo de las cuentas y supongo que Gerald
no es tan malo (se quedó pensativa un rato y después cambió de tema). ¿Sabes con quién tendrías que hablar en
realidad? Con Simón González. Él es el nuevo empleado de Mercadeo que entró
en la empresa hace unos meses. Creo que
te he hablado de él.
V: Unas cuantas veces (bromeó Victoria.
En realidad habían sido un par de ellas aunque para Estela
eso era mucho. Lo bueno era que parecía
que Simón estaba interesado en ella.
E: No es así. Además,
Simón es un buen hombre. Encantador y
amable, y tiene un gran sentido del humor. No está tratando de encontrarse a sí mismo y
sabe perfectamente lo que quiere. Sólo
es Relacionista Público de la empresa ahora pero en unos años será Director de Marketing.
Tengo una corazonada.
V: Desde luego tiene mejor pinta que los hombres que
tengo que entrevistar (gruñó Victoria). Un programador informático, el dueño de una
galería, el hombre del tiempo del Canal Tres...
E: ¿Ése que sale vestido según el tiempo que va a hacer? (preguntó
Estela horrorizada).
V: Eso me temo.
E: Estás de broma. Anoche salió con pijama de franela para decir
que iba a hacer frío. No imagino a mi
hombre ideal saliendo en televisión vestido con un pijama de franela.
V: Pues es el mejor de los que tengo.
E: Victoria no lo puedo creer (dijo Estela sacudiendo la
cabeza). No todos pueden ser tan
malos.
V: Te lo enseñaré (dijo Victoria levantándose del suelo y
dirigiéndose a la cocina a buscar la lista. Volvió con los papeles y un refresco para
cada una). Míralos.
E: Un ingeniero, un filósofo, un biólogo... tienes
razón. Es horrible. A ver qué más: un detective privado, puede ser
interesante; Hunter McQueen, éste también está bien.
V: ¿No me digas que conoces a alguien de la lista?
E: Bueno, no lo conozco, pero sé quién es. Y tú también.
V: No, yo no.
E: Es el protagonista de “Acción al atardecer”. El libro de Marcos Guerrero. Seguro que lo has leído. Estuvo mucho tiempo entre los más vendidos.
V: No puede ser cierto (dijo Victoria con un gesto de
disgusto). ¿Me estás diciendo que las mujeres
de hoy en día piensan que un personaje de novela es un hombre ideal?
E: Tal vez sea lo más parecido que tenemos. Además, estoy de acuerdo con ellas. Hunter es magnífico. Estoy segura de que has leído el libro, Victoria.
De hecho, creo que te dejé el mío (dijo Estela
mientras buscaba entre los libros que quedaban en una de las cajas). Aquí está.
V: ¿No es éste el libro en el que el protagonista tiene
que perseguir a un ser malvado que quiere apoderarse del mundo, vencer a todo
un regimiento de tipos musculosos y rescatar a la chica?
E: Ese mismo.
V: El tipo de ese libro no es mi idea de un héroe. Lo único que hace es correr de un lado a otro
haciendo estallar cosas.
E: Eso no es cierto.
V: Es verdad. Cada
vez que una mujer aparece en su habitación se toma unas páginas para revolcarse
un poco con ella (dijo Victoria con el más absoluto de los desprecios). Eso no es lo que yo entiendo por un hombre
ideal.
E: No sé (dijo Estela pensativa). Después de todo, son una escenas de sexo
estupendas.
V: Son escenas de cama imaginarias (dijo Victoria exasperada).
¿Los malos quieren cargárselo y él
aprovecha para saltar encima de la primera mujer que se le cruza en el camino? Muy lejos de mi hombre ideal, desde luego.
E: Bueno, si yo tuviera a un tipo como él a mi lado y el
mundo estuviera a punto de estallar, no me importaría nada que saltara encima
de mí. Es casi tan guapo como Simón (dijo
Estela mirando la foto del escritor).
V: Déjame ver (dijo Victoria tomando el libro que Estela
tenía en las manos y mirando la foto en color. Estela tenía razón. Marcos Guerrero podía ser muchas cosas, pero
feo no. Aquel hombre con el pelo oscuro,
acicalado, algo despeinado, los ojos oscuros que relucían tras su sexy mirada,
la nariz algo aplastada, como la de Bruce Willis. Tenía los labios curvados formando la más
bella y sensual sonrisa.
E: ¿No es una monada? (preguntó Estela).
V: Essss…, es interesante (dijo Victoria al fin luego de
quedarse mirando la foto de Marcos Guerrero). Pero probablemente no sea así en persona. Y aunque lo sea, no significa que él o sus
héroes vayan a ser el hombre ideal.
E: Sigue pareciéndome más interesante que el programador
informático o el galerista (añadió Estela). Si yo fuera tú, en estos momentos estaría
programando en la agenda una entrevista con él.
Continuará…
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