Capítulo
5
“¿Qué tipo de literatura le gusta leer a su héroe?” se
preguntó sorprendido Marcos, todavía horas después de la entrevista con
Victoria Fernández.
M: ¿Pero qué tipo de pregunta es? (Marcos golpeó el
teclado de su laptop con ambas manos).
Más tarde se sentaba frente al ordenador para borrarlo. No era así como funcionaban sus historias. Las mujeres hacían siempre lo que él quería
con sólo mirarlo una vez. Además, su
héroe estaba en ese momento en medio del océano, rodeado de matones y
tiburones.
No había tiempo para ser educado, preocuparse por lo que
llevaba puesto o por lo que le gustaba leer.
Se levantó y se dirigió hacia la cocina a buscar un vaso de zumo. No sabía qué le ofendía más: no estar en la
lista de hombres de verdad o que su héroe estuviera a punto de salir de ella. Probablemente lo segundo, aunque era como si
fuera él mismo porque lo había creado según la idea que él tenía de lo que era
un hombre ideal. Y él se consideraba un
buen ejemplo también. Aunque estaba
claro que Victoria Fernández no compartía esa opinión.
Recordó entonces sus curvas, y sus ojos. Repasó mentalmente su apariencia totalmente
femenina. La próxima mujer que
apareciera en su libro sería como ella. Y le arrancaría a Hunter la ropa en cuanto
tuviera la más mínima oportunidad.
Estaba pensando en ello cuando alguien llamó a la puerta.
Cuando abrió, su ánimo no mejoró al ver
que era Jaime.
M: Cuando tenga que describir a Hunter bien vestido,
pensaré en ti (gruñó Marcos).
J: Bueno, pero no puedo imaginar por qué tendría que
vestirse tu héroe de traje. Seguro que
ni siquiera tiene uno.
M: Puede.
J: ¿Es mi imaginación o estás de mal humor? (preguntó Jaime
mientras sacaba de la nevera un refresco).
M: Por supuesto que estoy de mal humor (dijo Marcos). ¡El héroe de mis novelas está en un yate en
medio del océano rodeado de matones y tiburones! La única manera que tiene de salir de allí es
con la ayuda de la chica y ella no lo hará si no lee los libros adecuados.
J: ¿Por eso estás de mal humor? ¿Qué tal fue la entrevista?
M: No muy bien. De
hecho, me fui y dejé con la palabra en la boca a Victoria Fernández, creo que
suspendí.
J: Era una entrevista, Marcos, no un examen. ¿A qué te refieres con que suspendiste?
M: El examen del “hombre ideal”. Creo que Hunter también. J: ¿Quién?
M: Hunter (le recordó Marcos). Ya sabes. El héroe de “Acción al
Atardecer” y todos mis otros
libros.
J: Esto no tiene buena pinta. Creo que será mejor que me lo cuentes.
M: No hay mucho que contar (dijo Marcos, pero se lo contó
todo).
J: A ver si me aclaras lo que acabas de contarme (dijo Jaime). ¿Tú no sales en la lista de hombres de
verdad pero Hunter sí?
M: Y creo que sólo por los pelos. Fue una entrevista rara. ¿Hunter es un hombre educado? ¡Y yo qué sé!
J: Oh (dijo Jaime aparentemente preocupado).
M: Ni siquiera sé si debería serlo. Es un héroe de ficción que se pasa el día
atrapando criminales y seduciendo mujeres. No se preocupa por ser educado o puntual mientras
lo hace.
J: Tal vez debería (dijo Jaime con lentitud).
M: ¿Cómo dices? (preguntó Marcos mirándolo a los ojos).
J: He dicho que tal vez debería, y tal vez tú también
deberías hacerlo. Me gustan tus libros, Marcos,
y se venden muy bien, pero tienes que admitir que tu héroe sólo tiene una
dimensión.
M: ¡Una dimensión! (repitió Marcos con exasperación).
J: Así es, Marcos. No parece real.
M: No lo es (gruñó Marcos). Yo lo creé.
J: Ya sé que tú lo creaste, pero tus lectores quieren
saber cómo es (frunció el ceño en un acto de obvia preocupación). Esto podría ser grave, ¿sabes? No queremos que la revista Hombre Real diga
que ni tú ni tu protagonista son hombres de verdad.
M: Es sólo una revista para mujeres, Jaime.
J: ¿Quién crees que compra tus libros? Las mujeres. Necesitas ese público.
M: Creía que ya lo tenía.
J: Amigo, éste es un negocio muy inestable. Un día estás en la cima de la ola y al otro
no. Las mujeres argentinas eligieron a
tu héroe como un ejemplo de su hombre ideal. Lo último que necesita tu carrera es que un
artículo diga que no lo es. Tenemos que
hacer un esfuerzo para reparar el daño.
M: ¿Qué propones?
J: No lo sé (dijo Jaime pensando en ello). Tal vez podamos pedir a la señorita Fernández
una segunda oportunidad. Decirle que no
estabas en tu mejor momento porque tu novia acababa de dejarte.
M: Eso no ayudará mucho a mi carrera tampoco (dijo Marcos,
a quien no le gustó nada la idea).
J: Nunca se sabe. Puede que las mujeres sientan lástima por ti.
M: No, gracias. Además,
aunque hablara de nuevo con ella, no saldría bien. Tenías que haber visto la lista de cualidades
que tenía. Había montones. Podría hacer que Hunter mostrara algunas pero
no sé... Podría acabar creando un
hombre que no les gustase a las mujeres. Si pudiera conseguir la lista, seguro que tú
me dirías las respuestas correctas.
J: ¿Quién te dice que yo las sepa?
M: Has estado casado tres veces, Jaime. Algo debes saber.
J: También me he divorciado tres veces. Y parece que voy a hacerlo por cuarta vez.
Marcos se percató entonces de que su amigo llevaba los
hombros hundidos y parecía totalmente decaído. No parecía un hombre feliz.
M: Creía que habías dicho que Ivana era la mujer definitiva.
J: Lo es... para mí (Jaime suspiró). Pero no estoy muy seguro de que ella piense lo
mismo.
M: ¿De qué estás hablando?
J: Ivana me ha sugerido que vayamos a ver a un consejero
matrimonial.
M: Eso está bien (trató de consolarlo). No es lo mismo que si hubiera hecho las
maletas y se hubiera llevado los muebles.
J: Es virtualmente lo mismo (dijo Jaime con una mueca). Ya he pasado por esto antes, Marcos. Sé cómo funciona. Primero viene el consejero y luego se van.
M: Vaya, Jaime, es una pena.
J: Y que lo digas (dijo Jaime haciendo un esfuerzo para ocultar
su abatimiento). Así es que yo diría que
eso me descarta como una autoridad en hombres perfectos. Deberías hablar con otro. ¿Qué te parece tu cuñado?
M: ¿Eddie? (Dijo Marcos con sorpresa). Eddie vende muebles. ¿Crees de verdad que sabe
algo que no tenga que ver con la madera y los sofás?
J: Supongo que no. Pero no se me ocurre nadie más.
M: A mí tampoco. Ojalá
tuviera la lista. Así podría saber qué
hay que tener para ser hombre ideal y lo que las mujeres quieren.
J: Ésa sí que es una brillante idea.
Eran más de las seis cuando Victoria llegó a su apartamento.
Hacía calor y había sido un día largo. Cuando abrió la puerta, después de subir los
dos pisos, se preguntó si realmente había sido buena idea mudarse.
Sin embargo, la brillante madera de los suelos, la
elegancia del salón y el suave murmullo del ventilador de techo la hicieron
sentirse mejor. Su apartamento era
perfecto.
El problema era que no le gustaba el trabajo que tenía
que hacer. No había progresado mucho con
ninguno de los artículos.
Se puso unos leggings y una camisa pero se detuvo al
verse en el espejo del dormitorio. Aquel
atuendo no parecía el más apropiado para aquel elegante piso. Debería llevar puesto algo más acorde, como
una de esas combinaciones satinadas que había visto cuando escribió su
artículo Sexy en casa. Recordaba que en
aquel artículo había dicho que no era necesario ir por la casa en jeans viejos
o en pijama. Había toda una línea de
ropa igualmente cómoda pero mucho más atractiva. Después de todo, una nunca sabía cuando el
hombre de su vida llamaría a la puerta.
En ese momento no había nadie en la vida de Victoria pero,
como había dicho en su artículo, el hombre ideal podía aparecer en cualquier
momento.
Estaba en la cocina buscando algo para cenar cuando Estela
llamó por teléfono.
E: Necesitaba charlar con una amiga (dijo con tono
quejoso). He tenido un día largo y
aburrido y no puedo llamar a la puerta de mi vecina para quejarme. ¿Qué tal ha sido el tuyo?
V: Muy parecido (respondió Victoria mientras sujetaba el
teléfono inalámbrico con una mano y abría la puerta de la nevera con la otra). Me he pasado toda la tarde hablando con
cocineros para ver si encontraba material para el artículo de Las mejores
recetas sensuales y no nos pusimos de acuerdo. Hasta el momento, he averiguado que
prácticamente cualquier cosa excita a un nombre siempre y cuando le cocines
como a él le gusta (dijo sacando un refresco, una lechuga y otros ingredientes
para hacer una ensalada). Ah, y también
he descubierto que hablar de comida me da mucha hambre.
E: ¿Y qué me dices de Marcos Guerrero? ¿No habías quedado con él hoy?
V: Así es (respondió Victoria abriendo la lata y dando
un sorbo. Estaba templada).
E: ¿Y bien? (Preguntó Estela con total curiosidad). Vamos, cuéntame. ¿Cómo es? ¿Te dio mucha información para tu artículo?
V: No (Victoria dejó el refresco y sacó un cartón de
leche. También estaba templada. La olió e hizo una mueca de disgusto). No me dio nada para mi artículo, a decir
verdad. Apenas sabe cómo es su héroe,
aparte de que salva el mundo (dijo Victoria bastante decepcionada con Marcos
Guerrero). Ni siquiera era consciente de
que debería saberlo.
E: Vaya. Es una
pena. Aunque era de esperar, supongo. Los tipos tan guapos nunca tienen cerebro (se
detuvo). Porque es guapo, ¿no?
V: Supongo que sí. Es del tipo de hombre desaliñado, que bebe
infusiones, físicamente parecido a Dean Cain, en su mejor momento.
E: Ah (dijo Estela igual de decepcionada que Victoria). No se parece a Hunter.
V: No se parece en nada a Hunter (dijo Victoria con la
lechuga lacia en la mano). Supongo que
no debería haberlo esperado tampoco. Hunter
es parte de su imaginación. Él lo
inventó.
M: ¿Y qué me dices de esas escenas de sexo? ¿Crees que también son parte de su
imaginación?
V: No. Creo que
son reales (dijo Victoria al recordar el escalofrío que le había recorrido el
cuerpo cuando se estrecharon las manos).
E: Tal vez deberías averiguarlo (dijo Estela intrigada).
V: ¿Cómo dices?
E: Lo que oíste, ¿Por qué no? Supongo que sería un aliciente para tu
artículo.
V: ¡No me voy a acostar con Marcos Guerrero para que el
artículo tenga un aliciente!
E: Sólo era una idea (el tono de Estela sonó entonces
totalmente excitado). Y hablando de
alicientes. Hoy he comido con Simón. Ya sabes. Simón González.
V: Sé a quién te refieres, Estela.
E: ¿Sí? Bien. Bueno, le hablé de tu artículo y de que te
gustaría hacer algo más serio, periodismo de investigación y me sugirió que hicieras
un artículo sobre Deportes al Aire Libre y todos los cambios que han tenido
lugar desde que Gerald tomó el control. ¿No es una gran idea?
V: Tiene posibilidades.
Y así era. Había
escrito un par de cosas para una revista del área empresarial y se habían
mostrado complacidos con su trabajo. No
era exactamente a lo que aspiraba pero era un comienzo.
E: Y mientras lo haces podrías investigar un poco la
muerte de Franklin (continuó Estela).
V: ¿Hacer qué?
E: Investigar la muerte de Franklin (repitió Estela). Ya sabes. Hacer preguntas. Investigación periodística.
V: Estela, no estoy haciendo una investigación periodística.
Además, no hay nada que investigar.
E: Bien podría haberlo. No te imaginas lo que he averiguado hoy. Estaba hablando con la señora Kaztka, de
compras, cuando me dijo que Marión le había comentado que ella le había dicho
específicamente a Franklin que el plato contenía pescado o mariscos y que no
debería comérselo. ¿Qué te parece?
V: ¿No era Franklin un poco duro de oído?
E: Sí, pero...
V: Bueno, entonces no debió oírla.
E: Tal vez (concedió Estela). ¡O tal vez no comiera del aperitivo!
V: Tuvo que hacerlo. Murió de una reacción alérgica, ¿recuerdas?
E: Sí, lo sé, pero puede que no probara aquel cóctel y
que alguien pidiera pescado o marisco y le hubiera puesto un trozo en el plato.
Habría sido muy fácil porque estábamos
en un restaurante francés de esos en los que todo tiene salsas del mismo color.
V: Supongo que es posible pero no creo...
E: Tenemos que averiguarlo. Franklin fue bueno conmigo. Me dio un trabajo cuando estaba buscando uno
desesperadamente. Si algo siniestro le
ocurrió, debería hacer todo lo posible por descubrirlo.
V: Sé cómo te sientes pero no creo que tú y yo seamos...
E: Tú y yo somos perfectas. Sabemos el motivo, los medios y la oportunidad
y eso es lo necesario para cometer un asesinato o eso es lo que dicen en la
televisión. Podrías utilizar este
artículo como excusa para hablar con la gente, averiguar si alguien, además de
Gerald, tenía motivos para deshacerse de Franklin. Yo me ocuparé de los medios y la oportunidad. Preguntaré y averiguaré quién se sentó a su
lado. Podemos hacer una representación
de los hechos como en las películas.
V: No sé.
E: Por favor, Victoria (suplicó Estela). Piensa en el artículo tan bueno que podrías
escribir si encontrásemos al asesino.
Tal vez podría ser un importante giro en su carrera, pero
dudaba mucho que hubiera algo que averiguar. Aun así, un artículo en la Gaceta de los
negocios de Buenos Aires era mejor que lo que tenía entre manos en ese momento.
V: Pensaré en ello.
E: Gracias, gracias, gracias. Empezaré ahora mismo con la lista de testigos
o posibles sospechosos con los que tienes que hablar.
Cuando colgó, Victoria se tiraba de los pelos. Estela daba por hecho que lo haría. Pero no sabía qué haría si esa revista no se
interesara finalmente por el artículo.
Apenas había colgado el teléfono, cuando volvió a sonar. Victoria lo descolgó segura de que sería Estela
diciéndole ya las personas. Pero no era Estela.
Era Carlota, y estaba muy excitada.
C: Me alegra que estés en casa, Victoria. Sólo quería decirte que estamos muy contentas.
V: ¿Sí? (dijo Victoria sin saber de qué le hablaba).
C: Sí. Lo has
hecho especialmente bien. Sofía tiene
razón. Eres excelente.
V: ¿Lo soy?
Victoria lo único que había hecho era mantener una “no conversación”
con un hombre inexistente, y no le había dicho nada a Carlota.
V: ¿Y qué es lo que he hecho?
C: ¿Qué has hecho? Querida, lo sabes perfectamente. Has comido con Marcos Guerrero.
V: Bueno, sí, lo he hecho, pero, um, yo no diría que
fuera una entrevista especialmente buena.
C: No es eso lo que dice el señor Guerrero.
O no recordaba bien o la idea de Marcos de una buena
entrevista era muy diferente a la suya y sumado a eso que la dejo con la
palabra en la boca.
V: ¿Has hablado con él?
C: No con él personalmente. He hablado con su agente. Según él, Marcos quedó bastante impresionado
con el proyecto.
V: ¿De veras? (Victoria le preguntó con incredulidad).
Victoria no estaba segura de que Marcos lo hubiera
entendido siquiera, mucho menos que se hubiera quedado impresionado.
C: Absolutamente maravillado, creo. Le gusta tanto que quiere tomar parte.
V: ¿Quiere que lo entreviste de nuevo?
C: No exactamente, no. Quiere trabajar contigo.
V: ¿Marcos Guerrero quiere trabajar conmigo en la actualización
de la lista de cualidades que una mujer tiene que reconocer en el hombre ideal?
C: Eso es.
V: ¿Estás segura de que es una buena idea, Carlota? (dijo
Victoria apoyándose sobre la mesa de la cocina). Quiero decir, es un punto de vista
interesante, pero...
C: Es exactamente el punto de vista que necesitamos.
V: Supongo. Pero,
um, parece que nos va a salir muy caro. Estoy
segura de que yo sola podría hacer el trabajo...
C: No es nada caro. El señor Guerrero se ha ofrecido como voluntario.
¿No es maravilloso? Estoy encantada, y sé que Sofía lo estará
también. ¡Es fabuloso!
V: Fabuloso (repitió Victoria cerrando la puerta de la
nevera de golpe).
Se le acababa de estropear el mismo, no había cubitos de
hielo, la lechuga estaba lacia y tenía que escribir un artículo con Marcos
Guerrero.
Al menos tenía algo más para el artículo. Un hombre ideal sabe cuándo no meterse en los
asuntos de los demás.
Continuará…
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