Capítulo
10
El hombre ideal
tiene buen gusto. No te extrañe que la
casa de un hombre así esté mejor decorada que la tuya. Los días en los que los hombres no se
preocupaban por lo que los rodeaba son historia. La casa de un hombre es su castillo y quiere
tenerlo lleno de hermosos detalles, entre ellos tú.
“49
Cualidades Del Hombre ideal”, Revista Hombre Real, Abril, 1964.
Victoria había estado en más de un apartamento de
soltero, en parte por las muchas citas que había tenido en parte por el trabajo
que estaba haciendo para la revista. Aún
tenía que ver el lugar perfecto pero sabía que estaría lleno de detalles muy
masculinos: librerías llenas de libros, una barra de bar en una esquina donde
se alinearían botellas de buen vino que luego se serviría en copas del mejor
cristal. La cocina estaría bien
organizada y limpia.
La casa de Marcos no era así. El miércoles, después de hablar con el hombre
que regentaba un negocio multi-aventura, Marcos sugirió que pasaran por su casa
para comparar las notas que estaban tomando.
Victoria no creyó que fuera muy buena idea estar a solas
con Marcos en su casa, pero no se le ocurrió ninguna buena excusa.
De una sola planta, con un patio, y sin pretensiones, su
casa estaba situada en un barrio tranquilo. Desde fuera, nadie diría que allí vivía un
escritor famoso. Por dentro, la cocina
era grande y rectangular. En una esquina
había una mesa de camping de madera y la encimera estaba cubierta de cajas de
cereales, botes de vitaminas y diferentes clases de té e infusiones. No era el más ordenado de los hombres, pero
también era cierto que no había platos sucios en el fregadero.
Mientras Marcos buscaba un bolígrafo, Victoria echó un
vistazo al resto de la casa. En el salón
había desperdigadas piezas de mobiliario de muy diverso estilo y colores que
más parecían estar allí por la comodidad que por el diseño. Había tres habitaciones a lo largo de un
estrecho pasillo, una de ellas su despacho y otra su dormitorio, en el que sólo
había una cama sin hacer, una silla sobre la que se apilaba un montón de ropa
y un mueble.
Era muy distinta de la casa de Gerald. Victoria la había visitado el sábado anterior
después de la cena para terminar de hablar de sus planes de cambio en Deportes
al Aire Libre. Victoria había accedido
a ir allí porque así descubriría más cosas del jefe de Estela que tal vez
afianzaran las sospechas de ésta. En su
lugar descubrió que tenía una bonita casa en un buen barrio y estaba decorada
con asombroso buen gusto. Todo estaba
extremadamente limpio y ordenado. Habían
bebido un vino excelente en unas copas de fino cristal y habían hablado de los
planes de Gerald para la empresa mientras ella deseaba encontrar un hombre más
joven que se pareciera a él. Bien, ese
hombre desde luego no era Marcos.
V: ¿Coleccionas juguetes en miniatura? (preguntó Victoria
cuando se sentó sobre un Ferrari de juguete que dejó sobre la mesa.
M: No exactamente, aunque los utilizo de vez en cuando
para representar escenas de mis libros (dijo él sentándose al otro extremo de
la mesa y sirviendo una humeante taza de té para cada uno).
V: ¿Representas las escenas con juguetes?
M: A veces. Si no
me salen bien, les pido a mis sobrinos que me echen una mano y la representen
ellos.
Victoria pensó quién le ayudaría con las escenas de cama.
No, quería preguntárselo. No creía que tuviera problemas para encontrar
una voluntaria.
M: Si eso tampoco funciona, tengo que buscar un lugar
real que me sirva de modelo. Eso es lo
que voy a hacer la próxima semana. Me
voy a Seattle con Jaime a ver cómo es un yate (arrugó la nariz en señal de
disgusto). Llevo mucho tiempo tratando
de describir la escena del rescate pero no me sale. Hunter puede salvar a la chica, pero cuando lo
haga no podrá saltar del barco sin que le disparen. La he escrito tres veces y las tres la he
borrado.
V: Veamos lo que hemos conseguido hasta ahora (dijo Victoria
con una sonrisa, cambiando de tema). Estamos
de acuerdo en que son difíciles de encontrar, puntuales y bien vestidos.
M: Me gustaría cambiar esa última por vestidos
adecuadamente. Nadie lleva un traje para
escalar... y mi héroe no va a ponerse uno cuando está entrando a escondidas en
una base militar.
V: De acuerdo, de acuerdo (dijo Victoria). Me rindo.
M: También quiero cambiar la de que no desayunan
cereales. A mí me encantan. Son buenos para el organismo.
V: ¿Tu héroe también los toma? (preguntó Victoria consciente
de que probablemente fuera un alimento sano, pero a ella no le gustaban).
M: Mi héroe come lo que tiene a mano, pero no importa
ahora. Cuando tienes que sobrevivir en
la selva o en el desierto no te preocupas por tu nivel de colesterol. Si tuviera la oportunidad, estoy seguro de que
desayunaría cereales en vez de lagarto asado.
V: ¡Tampoco estamos diciendo que el hombre ideal desayune
lagarto! (dijo Victoria atragantándose con el té). A Carlota le daría un ataque.
M: Supongo, aunque creo que tendría que saber cómo asar
uno (dijo Marcos tamborileando los dedos sobre la mesa). ¿Qué te parece “el hombre ideal vigila lo que
come”? La gente de hoy en día se preocupa
por su dieta.
Victoria miró el estómago plano de Marcos y sus músculos
y retiró la vista rápidamente.
V: Estoy de acuerdo. Sin embargo, no deberían estar obsesionados
con ella. No puede ser el centro de su
existencia.
M: Oka (concedió Marcos sonriéndole y por un momento Victoria
olvidó lo que estaban haciendo).
V: Entonces dejamos en la lista de características: seguro
de sí mismo, bien organizado, aunque no fanático del orden. Una vez salí con un tipo así. Era tan organizado que compraba las cosas por
orden alfabético.
M: ¿Qué ocurrió con él? (preguntó Marcos).
V: Rompimos. Bastó
solo un viaje juntos al supermercado. Marcos debemos incluir en la lista: que sea inteligente.
M: Pero quitamos lo de que no les gusta ocuparse de las
labores de la casa (opinó Marcos). Flor
dice que los hombres que friegan los platos son excitantes.
V: ¿Quién es Flor? (preguntó Victoria sin poder
contenerse, un poco celosa).
M: Mi hermana (dijo él apoyando los codos en la mesa). Dice que siempre que su marido, Eddie, lo
hace, se excita aunque yo no lo comprendo. Eddie es un gran tipo, pero no me puedo
imaginar que alguien pueda excitarse con él.
Victoria se imaginó a algunos de los hombres con los que
había salido fregando los platos. No era
que muchos se hubieran ofrecido voluntarios aunque Osvaldo había insistido. Desafortunadamente éste había resultado un
fanático de la limpieza y cuando hubo enjuagado los platos hasta tres veces en
agua caliente, Victoria no recordaba haberse excitado nada. Sin embargo, la idea de Marcos en aquella
cocina, vestido sólo con unos vaqueros o menos, con los brazos llenos de
jabón...
V: Bien. El hombre
ideal friega los platos. Algo se me
ocurrirá con esto. Vale, hemos visto la
confianza en sí mismo... pero también tenemos vulnerabilidad.
M: Perfecto (dijo Marcos con una sonrisa).
Victoria lo observó un momento, embelesada, y volvió a la
lista.
V: ¿Qué hacemos con lo de que “el hombre ideal siempre da
el primer paso”? No hemos preguntado a
nadie por eso, pero creo que deberíamos cambiarlo. A un hombre con confianza en sí mismo no le
importaría que una mujer diera el primer paso (dijo al tiempo que escribía).
M: Depende (dijo Marcos lentamente).
V: ¿Qué quieres decir? En tus libros las mujeres siempre se ofrecen a
tu héroe y a él no le importa.
Marcos se encogió de hombros quitándole importancia.
M: Eso es ficción pero esto es la vida real, y en la vida
real depende del paso. A mí no me
importa que una mujer me llame y me invite a salir siempre que su invitación
sea para eso y no para meternos en la cama sin más.
V: ¿No te gusta el sexo? (preguntó Victoria sin poder
creer lo que estaba oyendo). Vaya, nunca
lo hubiera dicho por tus libros.
M: Me gusta el sexo (dijo él mirándola disgustado), en
su justa medida, pero me gusta pensar que una mujer se interesa por otras
facetas de mi personalidad. No me gusta
que vengan a mí por el sólo hecho de que quieren acostarse con el famoso autor.
V: No lo había pensado (admitió Victoria mirándolo de
arriba abajo). ¿Te ocurre a menudo?
M: Ocurre. Pero
pasemos a otra cosa (dijo él sonrojándose). ¿Dónde...?
V: ¿De ahí sacas todas esas escenas?
M: No, no es de ahí (dijo Marcos). Son producto de mi imaginación, salpicadas de
algún detalle de la vida real, pero lo cierto es que las mujeres que sólo
vienen a mí para ver si soy tan bueno como en mis libros me dan miedo. Es como si te estuvieran poniendo a prueba y
lo último que necesitas después de un revolcón es que una mujer te diga “No
está mal pero no eres tan bueno como en tus libros”.
V: ¿Alguna vez te han dicho eso?
M: ¡No! ¡Soy tan bueno como en mis libros! Pero saber que podría pasar añade presión al
asunto.
V: Siempre puedes decir no, Marcos.
M: Para, para. Soy
un hombre no un santo (dijo Marcos levantando las manos).
Que era un hombre estaba claro.
V: Oka, ¿entonces qué hacemos con lo del primer paso? ¿Al hombre ideal no le gusta que la mujer dé
el primer paso?
M: No diría tanto. En algunos casos, una mujer tiene que
hacerlo. Con hombres como el pobre
Hubert, yo diría que es esencial. Ahora
que lo pienso, tendría que mandarle un e-mail pidiéndoselo.
Los dos se rieron de la ocurrencia.
V: ¿Qué te parece si decimos que al hombre ideal no le
importa que ellas den el primer paso siempre que no sea para entrar en su
dormitorio?
M: Me gusta.
V: Bien. Ahora
veamos “un hombre ideal te mima”. Creo
que deberíamos dejarlo en que es sensible a tus sentimientos.
M: Lo dices porque acabamos de entrevistar a un
psicólogo. Claro que él es sensible a
tus sentimientos. Es sensible a los
sentimientos de todo el mundo. Es parte
de su trabajo. Los hombres normales no
tienen ni idea de cuáles son tus sentimientos a menos que se los cuentes. A no ser que se trate de mi protagonista. ¡Él es tremendamente sensible!
V: ¿Tu protagonista? (se burló Victoria). Es el hombre más insensible que he visto. Está bien que sólo sea un producto de ficción
porque un ejército de mujeres muy enfadadas lo echarían a patadas de este
planeta.
M: ¿Qué quieres decir? (preguntó Marcos indignado). Mi héroe es muy sensible. Por ejemplo, sabe que a la heroína no le gusta
estar atada ni que la secuestren. Si
eso no es ser sensible, no sé lo que es.
V: Tienes razón (dijo Victoria). No lo sabes. Un hombre sensible querría saber por qué la
heroína está haciendo lo que está haciendo... cómo llegó a esa situación...
por qué es importante para ella. Tu
héroe no se preocupa de nada de eso. Hunter
se pasa todo el libro preguntándole a Desiré por qué vive con un ser tan vil
como Dorian.
M: Eso no es cierto (dijo Marcos). Dediqué más de medio capítulo a que Desiré
hablara de cómo quería vengar la muerte de su hermano.
V: Cierto, pero siempre desde su punto de vista. ¡Nunca lo habló con Hunter y él tampoco le
preguntó!
M: De acuerdo, tienes razón en eso, pero...
V: Tengo razón en muchísimas cosas (le interrumpió Victoria).
Tu protagonista no se preocupa por su compañera. Se pasa el tiempo destrozando cosas y salvando
al mundo del caos y la anarquía.
M: ¡Eso no es lo único que hace! (exclamó Marcos enarcando
las cejas).
V: No cuento el sexo, idiota (dijo Victoria exasperada).
Hablo de sentimientos. Tu héroe no conoce y no se preocupa por sus
compañeras. No es así como actuamos las
mujeres. Las mujeres no nos vamos a la
cama con alguien sólo porque nos hayan salvado de unos terroristas. Tenemos que sentir algo más... y Hunter
también debería.
M: ¿Algo como qué?
V: Bueno... (Victoria repasó mentalmente los libros de Marcos).
Por ejemplo cuando se besan. ¿En lo único que piensa un hombre cuando besa
a una mujer es cómo llevársela a la cama?
Marcos abrió la boca para decir que sí pero de pronto
cambió de opinión.
M: No. Cuando
besamos a una mujer sólo pensamos en eso, en besarla.
V: Pues eso no es lo que piensa tu protagonista. Cuando besa a la chica, está planeando el
siguiente golpe o adonde tiene que viajar.
M: Eso no es verdad.
V: Sí lo es. Por
ejemplo en Desastre al atardecer. Hunter está besando a la chica y ¿en qué está
pensando? ¡En cómo entrar en no sé qué complejo al otro lado del Atlántico!
M: ¡Has leído mis libros! (dijo Marcos radiante de
alegría).
V: He leído un par de ellos (contestó Victoria, que más
que leerlos los había devorado). Y todas
las escenas de besos son prácticamente iguales.
M: Tal vez tengan algo en común (empezó Marcos arrugando
la frente y los labios), pero... pero es que tampoco pueden ser muy diferentes.
¿De cuántas maneras se puede besar a una mujer?
Victoria pensó de pronto que discutir con Marcos sobre
las diferentes maneras de besar no era lo más oportuno.
V: No lo sé (dijo, impaciente por cambiar de tema). Sí sé lo que es besar a un hombre y que hay
distintas formas (insistió Victoria).
Ella prefería a los hombres que primero le mordisqueaban
los labios y después la besaban de una forma intensa. Pensó en lo que sentiría al mordisquear las
comisuras de los labios de Marcos y sintió un escalofrío.
V: A ver, cuando besas a alguien ¿en qué estás pensando,
en tu próximo libro o en ella?
M: No pienso en mi libro, eso te lo aseguro. Pienso sobre todo en ella. De hecho, puedo asegurarte que estoy pensando
en ella.
V: Entonces tu protagonista debería hacer lo mismo.
M: Puede que tengas razón (dijo Marcos subiendo las
piernas al banco y apoyando la espalda en la pared mientras miraba al techo). Veamos. En el libro que estoy escribiendo ahora, los
dos protagonistas se las han arreglado para averiguar lo que el malo planea y
ambos tienen unos momentos para estar a solas (comenzó Marcos con un tono
acariciador). Hunter la rodea entonces con los brazos y la besa (continuó Marcos,
cerrando los ojos). En el momento que
sus labios se rozan la misión deja de cobrar importancia para Hunter. Los labios de la chica son húmedos y
ardientes. Juguetea con su lengua y el
labio inferior de ella mientras la chica presiona su cuerpo contra el de Hunter
... ( Marcos abrió los ojos). ¿Eso es lo
que ella haría, no? ¿Presionar con su
cuerpo?
V: Oh, sí, claro (dijo Victoria con prácticamente un
gemido).
M: Bien (dijo Marcos cerrando los ojos de nuevo). La
Heroína le presiona con su cuerpo y Hunter sólo puede pensar en lo placentero
que es estar tan cerca de ella, probar su sabor, sentir su pelo en las manos y
el calor de su cuerpo. Cuando la
acaricia con la lengua, sólo piensa en ella. Su presencia es lo único que invade su mente
mientras se contonea junto a su cuerpo. Lo invade el deseo de empujarla contra la
pared y tomarla allí mismo, aunque diez mil mañosos estuvieran al otro lado de
la puerta dispuestos a matarlo (abrió los ojos y se enderezó). ¿Qué te ha parecido?
Fantástico. Excitante.
Estremecedor. Quería representar con él esa misma escena en
ese momento, en la cocina.
V: No ha estado mal (dijo finalmente Victoria).
Si escribía así, vendería otro millón de ejemplares. Victoria lo observó tirado en el banco de la
cocina, sin afeitar, con el pelo revuelto, mirándola con los ojos brillantes,
travieso y muy sexy; no se parecía en nada a su Brad Pitt. Besarlo sería igual: lejos de ser un beso
tierno y delicado, sería pura sensualidad y excitación.
V: Mejor que si hubiera estado pensando en peleas (añadió
Victoria volviendo a su lista y tratando de recuperar la compostura). Volvamos a nuestro artículo. Nos falta la cualidad número cincuenta.
M: ¿Qué te parece “el hombre ideal sabe cargar una
pistola en menos de dos segundos”? (sugirió Marcos).
Victoria le tiró el bolígrafo y él se rió.
M: De acuerdo. De
acuerdo, pero será mejor que no cuentes conmigo. Bastante difícil me ha resultado encontrar 49.
Tendrás que pensar tú en algo (añadió Marcos).
V: Muchas gracias (dijo Victoria levantándose).
Si seguía mucho tiempo cerca de Marcos acabaría
escribiendo “el hombre ideal sabe cómo y cuándo recuperarse sexualmente” o
tal vez “el hombre ideal no te susurra indecencias”. Claro que tal vez alguno sí lo hiciera... si
supiera el efecto que podría tener en algunas mujeres. Decidió tachar esa posibilidad de la lista. No iba a decirle a ningún hombre algo así. Era un arma demasiado peligrosa.
Continuará…
No hay comentarios:
Publicar un comentario