Capítulo
13
Un hombre ideal es
romántico por naturaleza. Nadie mejor
que tu hombre para prepararte una cena romántica con velas y flores.
“49
Cualidades Del Hombre ideal”, Revista Hombre Real, Abril, 1964.
Armando: No es sólo la comida. Es el ambiente (decía Armando, de pie en medio
de la cocina de su restaurante). Ven
conmigo y te lo enseñaré.
Armando guió a Victoria hacia la elegante zona de mesas
donde los camareros se afanaban en prepararlo todo para la hora de la cena.
A: Éste es el sitio al que uno llevaría a una mujer para
una cita romántica (continuó Armando).
V: Es perfecto (dijo Victoria tomando nota mentalmente
de los cojines y las mesas estratégicamente colocadas con suficiente
separación como para dar la adecuada intimidad, con la cubeta de plata junto a
cada una de las mesas. Armando tenía razón. Aquélla era la forma de seducir a una mujer. Era el tipo de lugar que elegiría un hombre
como Gerald.
A: Ésta es la forma de ganarse el corazón de una mujer (continuó
Armando haciendo un amplio gesto con el brazo). Y el plato de la cena sería pescado.
V: ¿Pescado?
A: Eso es (dijo Armando acompañando sus palabras de un
gesto de asentimiento). No hay nada como
el pescado para incitar a un hombre o a una mujer. Lenguado con salsa de langostinos y cangrejo,
o tal vez una langosta. Si un hombre te
invita a cenar langosta, ten cuidado. En
su mente hay algo más que una cena tranquila.
V: Eso suena maravilloso (reconoció Victoria siguiéndole
de nuevo hacia la cocina). Pero me temo
que no tendría mucho efecto sobre mí porque no me gusta el pescado.
A: Eso no significa nada (dijo Armando dándole unos suaves
golpecitos en el hombro). Una de mis
creaciones de pescado tiene un sabor tan especial que no sabrías lo que
es, Volaise a la Grecque. No dirías que contiene una deliciosa salsa de
ostras si sólo lees el nombre en la carta. Lo mismo ocurre con la ensalada Caesar, todo
el mundo olvida que tiene salsa de anchoas. Aparece en la carta, pero en letra pequeña. Pero tendremos que cambiar eso (el buen humor
se esfumó de su rostro). Después de lo
que nos pasó hace un par de meses, he dado orden a todos los camareros de que
se aseguren de que explican a todos los clientes los ingredientes de todos los
platos.
V: ¿Qué ocurrió? (preguntó Victoria con suspicacia).
A: Fue terrible (dijo Armando con abatimiento). Un hombre tenía alergia al pescado...
V: ¿No se referirá al señor Walters, verdad?
A: Exacto (Armando empezó a batir unos huevos en un
recipiente). Pero no fue culpa de nadie.
Alguien lo pidió y lo preparé.
V: ¿Está diciendo que alguno de los empleados del señor Walters
pidió su Volaise á la Grecque?
A: ¡Por supuesto! (replicó Armando un tanto indignado). Es una de nuestras especialidades. Pero no tiene nada que ver con la muerte del
señor Walters. No fue él quien lo pidió.
V: Y supongo que no sabrá quién lo pidió...
A: Pues no, pero estoy seguro de que no fue el señor Walters.
Victoria condujo hasta casa pensando en lo que Armando
acababa de contarle. Tal vez Estela
tuviera razón en sus sospechas, claro que también pudo haber sido una
casualidad, aunque inevitablemente aquello hacía más plausible la teoría de Estela.
La llamó por teléfono en cuanto llegó a
casa.
E: Victoria, nadie mencionó nada de Volaise á la Grecque
(admitió Estela), pero apuesto a que fue Marvin. Te dije que era sospechoso.
No puedo esperar a ver a Simón para contárselo.
V: No deberíamos sacar conclusiones precipitadas (dijo Victoria
con cautela, aunque estaba tan nerviosa como Estela).
La euforia duró poco, no obstante, porque a los pocos
minutos subió el portero de la casa para decirle que estarían sin corriente
eléctrica otra vez y no sabía durante cuánto tiempo. Era evidente que no podría usar la cocina y la
idea de quedarse allí en un apartamento a oscuras no era nada tentadora.
Se estaba cambiando de ropa rápidamente pensando en
preparar una ensalada de nuevo, cuando Marcos llamó.
M: Te llamo para invitarte a cenar (le propuso Marcos).
V: ¿Por qué? (preguntó Victoria mirando el horno).
M: ¿Cómo que por qué? (dijo Marcos irritado), porque
quiero que vengas a cenar. ¿Qué otro
motivo debería haber?
V: Podrías hacerlo para convencerme para ir a tu casa y
ayudarte a representar alguna otra escena de tu libro.
M: Podría (dijo Marcos), pero no es así.
V: ¿Lo prometes?
M: Lo prometo (le aseguró Marcos). Nada de representaciones. Sólo tú, yo y la cena.
Victoria no le creyó pero pensó que incluso ensalada y
pizza vegetal eran mejor que el plan que ella tenía en su casa.
V: De acuerdo.
Cuando llegó a casa de Marcos cuarenta minutos después, vio
que la ensalada y la pizza no estaban en el menú. La casa estaba recogida y la mesa puesta, y Marcos
estaba impecable en la cocina vestido con unos pantalones claros y un polo de
color azul aqua que resaltaba su piel morena.
M: Estoy preparando Espaguetis a la Marcos. No habrá carne en el menú pero sí suficientes
tomates para darte todas las vitaminas que necesitas en un mes.
Sonaba y olía delicioso, por no decir que también parecía
delicioso. Victoria se apoyó en la encimera y observó cómo cocinaba mientras
le contaba las últimas noticias.
V: Estamos a punto de resolver el misterio. ¿No es emocionante?
M: No sé si yo lo definiría como emocionante (dijo él
frunciendo el ceño). No creo que Estela
y tú debieran ir por ahí tratando de cazar a un asesino. Si tienen razones para sospechar de alguien
deberían acudir a la policía.
Victoria quedó un poco decepcionada con aquella contestación.
Su Brad Pitt no habría dicho algo así,
sino que se habría ofrecido para ir a por él. Pero Marcos no era Brad Pitt. Miró sus brazos y la soltura con la que se
movía por la cocina y deseó que lo fuera.
V: ¿Puedo hacer algo? (se ofreció Victoria pensando que
tal vez si hacía algo se olvidaría de él).
M: Ponte cómoda. Terminaré la ensalada y estaré contigo
en un minuto (dijo Marcos haciendo un gesto negativo con la cabeza).
V: De acuerdo (dijo Victoria dirigiéndose hacia el salón).
Ella pudo observar que salón estaba recogido. Lo mismo que el cuarto de baño y al pasar por
el dormitorio de Marcos pudo comprobar que también lo había ordenado. Regresó al salón y de pronto se detuvo y
pensó en todo aquello: la casa perfectamente recogida, cena especial, una
bonita mesa... todo lo que incitaba al sexo. Si fuera otro hombre, pensaría que estaba
intentando seducirla.
Pero no era otro hombre. Era Marcos. La idea de Marcos de seducir probablemente
sería preguntar directamente “¿Quieres que nos acostemos?” Claro que tal vez estaría cambiando. Debería poner alguna excusa y marcharse.
Regresó a la cocina y vio a Marcos removiendo la salsa,
con el pelo rizado por el vapor que subía de la olla. Victoria absorbió el maravilloso aroma y su
estómago gruñó. Tal vez Marcos no
estaba intentando seducirla. La gente
ordenaba sus cosas por muchas otras razones. Parecería una idiota si salía de allí
gritando. Ya se le ocurriría la manera
de salir de allí de forma elegante.
Marcos alzó la vista y sonrió, una sonrisa sexy e incitadora
y Victoria tuvo que esforzarse por respirar. Tal vez no tuviera que salir de allí, después
de todo. El teléfono sonó en ese momento
rompiendo el encanto. Marcos murmuró
algo casi ininteligible y fue a contestar. Victoria se puso a darle vueltas a la salsa.
M: Cambio de planes (dijo Marcos mientras le quitaba la
cuchara). Flor tiene que ir a una
reunión del colegio y Eddie no puede llegar pronto a casa. Quiere dejar a los niños aquí (parecía tan
decepcionado como ella). Sólo será una
hora.
V: No pasa nada (dijo Victoria). Con los niños por allí no pasaría nada; él no
se le insinuaría y ella tampoco.
Marcos se pasó una mano por el pelo.
M: No es lo que yo había planeado, pero Flor...
V: Marcos, ya te dije que no pasa nada, de verdad (dijo Victoria
señalándole con el dedo). Pero no te
creo. Sospecho que tu plan era
interpretar otra escena para tu libro.
M: Te prometo que no era ésa mi intención (dijo él con
una mueca).
Aunque finalmente es lo que terminó siendo. Comieron los
espaguetis mientras los niños veían la televisión en el cuarto de estar pero
cuando terminaron, Andrew y Simón pidieron a su tío representar alguna escena
del libro. Marcos se negó.
M: Ya hemos hecho la del helicóptero. Ya la he escrito.
S: ¿No tienes ninguna otra escena más? (pidió Simón).
M: Sólo la de la huida del yate, pero no somos suficientes.
A: Llamemos a Matthew (propuso Andrew). A lo mejor puede venir.
Al final lo hicieron. Estela estaba encantada de poder salir un
rato y Matthew estaba encantado de hacer de malo. Eran más de las diez cuando Marcos decidió que
ya era suficiente.
M: Ya está bien. Chicos,
a ver la tele al cuarto de estar.
Los chicos se quejaron pero obedecieron. Marcos preparó té para Victoria y él y se
fueron al salón. Victoria se sentó y se
hizo un ovillo en un extremo del sofá y Marcos se acomodó en el otro. El juego la había hecho olvidar el cuerpo del
hombre pero estirado en el sofá, volvió a pensar en él.
Buscó algún tema de conversación... cualquier cosa... que
la ayudara a no pensar en aquel increíble cuerpo y cómo le gustaría estar con
él.
V: Esa escena, la que hemos estado ensayando, ¿cómo
termina?
M: Veamos. Hunter
rescata a la chica, llegan a una isla, y allí tienen una aventura.
V: Entiendo (dijo Victoria tratando de ignorar la sensación
que tenía de que aquello no fue una buena idea). Han estado a punto de morir y por eso se van a
la cama.
M: No es una cama exactamente. Están en una isla, ¿recuerdas? Lo hacen en la arena, pero es muy parecido (dijo
Marcos y Victoria frunció el ceño). Oye,
ha sido idea tuya.
V: Yo no recuerdo ni siquiera haberlo sugerido.
M: Pues lo hiciste. Hablar contigo me ha hecho darme cuenta de
que si algo así ocurriera, si la mujer por la que Hunter siente algo estuviera
en grave peligro, querrían estar juntos cuando todo hubiera terminado.
Aquello no sonaba mal. De hecho, sería justo lo que ella sugeriría.
M: ¿Quieres leerla? (añadió Marcos).
V: Bueno, yo...
M: Iré a buscar el manuscrito.
Victoria abrió la boca para rechazar el ofrecimiento,
pero Marcos ya había desaparecido por el pasillo. Victoria dudó un momento. En realidad, pensó que no tenía por qué pasar
nada porque ella había leído escenas de sexo escritas por Marcos antes y podría
controlarse. Además, tenía curiosidad
por saber cómo expresarían sus sentimientos.
M: Tendrás que leer la versión anterior. La impresora está estropeada y no puedo
imprimir lo nuevo. Es sólo el tóner. Sé cómo arreglarlo pero me llevará una hora (dijo
Marcos dándole los papeles a Victoria). Primero
tienes que leer esto, y después esto. No,
así no es. Es primero esto y luego...
V: Está bien (dijo Victoria). Puedo...
M: Victoria, será más fácil que te lo lea yo (dijo él
sentándose). Puedo seguir mis
anotaciones mejor que tú.
Victoria recordó la sensación que había tenido cuando Marcos
le recitó la escena del beso y pensó que aquélla era una malísima idea.
V: No tienes que hacerlo. Ya lo leeré en otra ocasión.
M: No me importa hacerlo (insistió él estirándose en la
silla y tomando los papeles). Además,
las historias deberían leerse en voz alta al menos una vez.
Marcos empezó a leer.
Hunter bajó corriendo las escaleras esquivando las balas
mientras un reloj invisible marcaba la cuenta atrás dentro de su cabeza. Treinta, veintinueve, veintiocho…
Victoria cerró los ojos y se dejó transportar hasta la escena
en la que Hunter buscaba a la chica desesperadamente mientras los malos lo
acosaban. Pasó por todas las emociones
posibles, desde el miedo a que Laromee la hubiera matado, hasta el alivio más
absoluto cuando por fin la encontró.
V: ¡El barco de Laromee ha explotado! (exclamó Victoria).
M: Sí, pero Laromee no estaba dentro. Saltó en el último momento. ¿Pero dónde estábamos? Ah, sí, Hunter encuentra a la chica, saltan
del barco y nadan hasta una isla. Ahí
empieza la escena de amor. ¿Preparada?
V: No puedo esperar (dijo ella sin contenerse).
M: De acuerdo.
Hunter la rodeó con sus brazos. Bridgett (la chica) apoyó la cabeza en el
hombro de Hunter, con su cuerpo presionando el de él para estar aún más cerca.
El abrazo de Hunter se hizo más fuerte. Él no había planeado que ocurriera algo entre
ellos. Todavía había un misil suelto que
tenía que recuperar, un villano y un buen número de sus matones a los que
capturar. No había tiempo para nada más
que planear su próximo movimiento. Pero
en ese momento lo único que quería hacer era abrazarla, sentirla cerca de él,
asegurarse de que estaba bien. Notó los
labios de la chica en su cuello, sus labios eran suaves y tibios, y algo en su
interior despertó. El frío del océano
dio paso a un calor interno. Era ella. La deseaba, más de lo que había deseado nunca
a otra mujer. Bajó la cabeza y halló sus
labios. Bridgett se retorcía entre sus
brazos devolviéndole el beso con desesperada pasión, como si no fuera
suficiente. Hunter la besó una y otra
vez, profundamente, mientras sus cuerpos se adaptaban perfectamente al del
otro, y los jadeos apasionados lo animaban a continuar. De pronto, Bridgett lo apartó de sí un
momento.
B: Te quiero, Hunter, y quiero hacer el amor contigo
ahora, aquí.
Hunter dudó un momento. Una voz en su interior le decía que aquél no
era el momento ni el lugar. Bridgett se
quitó el sueter negro y se desabrochó el sujetador dejando a la vista dos
pechos turgentes.
Hunter los miró y después la miró a ella. Al demonio con todo. No le importaba otra cosa en ese momento la
necesitaba con urgencia.
Acercó su boca y mordió uno de aquellos pezones y
Bridgett le acarició el pelo mientras. Hunter rodó arrastrándola con él hasta que
quedó sobre ella y fue recorriendo aquel cuerpo suave con sus labios; el otro
pezón, después sus labios ardientes mientras acariciaba con la mano los senos. Bridgett se retorcía de placer bajo el cuerpo
masculino, gimiendo. Le había puesto
las manos en las nalgas, animándole a entrar en ella. Sus caderas se arqueaban
hacia arriba mientras Hunter luchaba por recuperar el control.
H: Dame un minuto, cariño.
B: No, hazlo ahora.
H: Todavía no (contestó él quitándole el resto de las
prendas).
Hunter buscó con sus labios el húmedo centro del deseo
femenino. Quería saborear y oler el
cuerpo excitado de la chica, aunque los movimientos agitados lo estaban
llevando a su límite. Hunter la acarició
con la lengua y Bridgett gimió en voz alta. Quería oír aquel sonido una y otra vez. Abrió entonces las piernas de Bridgett y...
Marcos dejó el manuscrito a un lado y se frotó su frente.
M: Esto no funciona, ¿verdad?
Victoria estuvo a punto de caerse del sofá. ¿Qué no funcionaba? Ella sentía frío y calor al mismo tiempo. Le hervía la sangre y no podía dejar de
imaginarse a Marcos haciéndole a ella lo mismo que Hunter a Bridgett. Si funcionara un poco mejor saldría ardiendo
en el sofá.
V: Bueno... yo no diría eso (contestó Victoria tratando
de formar la frase).
M: Hay algo que no me gusta cómo suena. La forma en que empieza es algo confusa. Tal vez no deberían estar en la arena. Tal vez deberían estar sentados junto a un
riachuelo proveniente de las montañas, o una cascada. Además, él todavía está completamente vestido (dijo
Marcos con el ceño fruncido y de pronto se tiró al suelo). Ayúdame a representar la escena.
Victoria no se movió. ¿Le estaba sugiriendo que...?
M: ¿Qué ocurre? (preguntó Marcos mientras daba unos
golpecitos en el suelo junto a él).
El ruido de la televisión y la risa de los niños se oían en
el cuarto de estar. Marcos no estaba
sugiriéndole nada raro. Sólo
representarían el principio de la escena.
V: Nada (dijo Victoria sentándose junto a él).
M: No te sientes así sin más (le indicó Marcos). Has llegado a la isla nadando. Estás exhausta, y no puedes apoyarte en el
sofá, tampoco. Estamos en la arena,
¿recuerdas? Sólo lo tienes a él para apoyarte.
Victoria se acercó más a Marcos y éste la rodeó con un
brazo mientras miraba atentamente las hojas escritas.
M: Así está mejor (continuó Marcos). Ah, y recuerda que tienes un vendaje en el
brazo (añadió Marcos apuntando algo en la hoja mientras Victoria trataba de ignorar
el calor que sentía entre las piernas ante la proximidad de Marcos,
abrazándola).
V: Había olvidado lo del brazo.
M: Hunter deberá tener cuidado. Veamos, él la está abrazando, están en el
suelo y bla, bla, bla... vale, y esto también está bien. Ahora llegamos a la parte que...
V: ¿Qué parte es ésa? (preguntó Victoria tratando de
ocultar los nervios en su voz entrecortada).
M: La parte en que Hunter la besa. Es algo así.
Marcos la besó. Sus
labios eran suaves y los utilizó para acariciar con ellos los labios de Victoria
y a continuación introdujo la lengua en la boca de ella, con sus cuerpos muy
cerca el uno del otro.
Victoria emitió un ligero sonido de placer mientras
levantaba el brazo hasta el cuello de él y lo acercaba más a ella para poder
seguir saboreando, sintiendo, oliendo a Marcos, pero con cuidado porque se
suponía que estaba herida. Marcos le
mordisqueó el labio inferior, recorrió con la lengua la mejilla y finalmente
hundió la cara en el cuello de Victoria.
M: Creo que no es así como lo quiero (gimió al oído de
ésta).
V: ¿Qué? (preguntó ella entre jadeos).
M: Probemos de nuevo (dijo él).
Marcos cambió de postura de forma que su espalda se
apoyó en el sofá y en el movimiento la arrastró con él hasta que quedó con las
piernas abiertas sobre él. Marcos la volvió a besar, apasionadamente, y Victoria
respondió rodeándole el cuello con los brazos, con los senos contra el torso
de él, sintiendo entre sus piernas la potente erección. Victoria lo deseaba, quería...
El sonido del timbre, seguido de las pisadas de los
chicos por el pasillo, hizo que se detuvieran.
Mw: Mi mamá ha llegado (gritó Matthew).
A: La nuestra también (gritó Andrew a continuación). Tío Marcos, ¿dónde estás?
M: Aquí (gritó Marcos en respuesta pasándose la mano por
el pelo y respirando profundamente para calmarse antes de ponerse en pie). No te
muevas de aquí. Yo me ocupo.
Victoria no podía hacerlo. Se apoyó en el sofá mientras oía a Flor dar
las gracias y después a Estela, que preguntó si Victoria todavía estaba allí.
Victoria se levantó. Todavía estaba allí y no debería porque cuando
Flor se fuera, y Estela se fuera, y los niños se fueran se quedaría a solas con
Marcos y no sabía lo que podía pasar. Vale, sí sabía lo que pasaría y no creía que
fuera buena idea. No quiso recordar la
suavidad de los labios de Marcos y el deseo que despertaba en ella. Flor y sus niños se habían ido ya. Estela seguía allí, dando las gracias a Marcos
y preguntando a Matthew, mientras miraba por encima de los hombros de ambos con
curiosidad.
E: Ah, aquí estás (dijo al ver a Victoria). Quería darte las gracias por haberte hecho
cargo de Matthew esta noche.
V: De nada (contestó Victoria). Ha sido divertido, de verdad (Victoria miró a
su alrededor buscando su abrigo). Debería
irme yo también. Tengo que...
M: No, no deberías. No puedes irte ahora (dijo Marcos rodeándola
con un brazo y acariciándola ligeramente). Te necesito para mi pequeña labor de investigación
literaria.
Victoria notó que su cuerpo reaccionaba al contacto. Se apoyó contra él y miró a Estela sonriente.
V: Eso es lo que estábamos haciendo. Le estoy ayudando con su labor de
investigación.
E: Claro. Investigación. Pásenlo bien (dijo tomando a Matthew de la
mano). Vamos, Matthew. Tú eres demasiado joven para ese tipo de
investigación (salió y cerró la puerta).
V: Es tarde. Debería...
M: No es tarde, y además, ¿qué pasa con mi libro? (dijo Marcos
poniéndole los brazos por encima de los hombros). ¿Quieres ser la responsable de otra escena mal
escrita?
Victoria lo miró a los ojos llenos de pasión. No era su hombre ideal, pero en aquel momento
no importaba.
V: No.
M: Bien (dijo Marcos acercándola más a sí y besándola).
Eran besos impacientes y apasionados que la dejaron sin
aliento, pero con una exquisita sensación de placer. Apenas se dio cuenta de que estaban moviéndose
hasta que notó que estaba contra la pared y al abrir los ojos vio que se
encontraban en el dormitorio de Marcos. La
visión de la cama le recordó lo que estaban a punto de hacer.
V: Pensé que se suponía que estábamos en una playa.
M: Esto es la playa. ¿Es que no tienes imaginación? (dijo él mirándola
con su sonrisa más sexy).
Marcos empujó a Victoria aún más contra la pared y le
abrió los temblorosos muslos con una pierna, mientras le desabrochaba la
blusa.
M: Vayamos directamente a la parte en que la chica está
sin ropa.
V: Podrías utilizar tu imaginación.
M: Al cuerno con eso (dijo Marcos mientras le acariciaba
el pezón bajo el sujetador).
V: Tienes razón (accedió Victoria temblando de placer). Al cuerno.
Marcos se puso entonces de rodillas para quitarle los
pantalones. Tenía los ojos tan oscuros que parecían negros y Victoria pronunció
su nombre entre jadeos.
V: Marcos.
M: ¿Qué? (contestó él introduciendo un dedo bajo sus
braguitas).
V: Nada (dijo ella apoyándose con fuerza en la pared
para no caer, al tiempo que abría más las piernas).
Marcos acercó la boca a su sexo cubierto por las
braguitas y Victoria se excitó aún más al notar el cálido aliento contra la
piel sensible. Marcos subió entonces trazando
su camino con su lengua hasta llegar al sujetador; lo desabrochó y lamió con
placer los dos pechos. Después buscó
ansioso su boca y en un rápido movimiento la llevó en volandas a la cama.
V: Espera un minuto (objetó Victoria al darse cuenta que
ella era la única que estaba en ropa interior). ¿Qué pasa contigo? ¿No deberías...?
M: Se supone que yo sigo vestido, con la ropa mojada (dijo
Marcos acariciándole el cuello). Imaginemos
que estamos mojados.
Pero Victoria no podía imaginarse nada si Marcos seguía
besándola así. Entonces se detuvo y lo
empujó hacia atrás.
V: Ya sé cómo Hunter quedará desnudo.
M: ¿Qué?
V: En el libro. Sé
cómo se desnudará (dijo ella sacándole la camisa). Así.
M: ¿Quieres decir que ella lo desnudará?
V: Exactamente (confirmó Victoria).
Por fin estaba desnudo como ella, y sus manos lo
acariciaban mientras él gemía sin dejar de acariciarla hasta que terminó
estirándose para abrir el cajón de la mesilla.
M: El hombre ideal toma medidas anticonceptivas (sugirió
mientras se colocaba al lado de Victoria).
¿Crees que deberíamos incluirlo en el artículo?
V: Dejémoslo en que el hombre ideal es responsable (dijo
Victoria).
Y a continuación sintió que Marcos la penetraba y durante
el resto de la noche no pensó en ningún otro hombre que no fuera él.
Continuará…
No hay comentarios:
Publicar un comentario