Capítulo
12
Un hombre ideal no
se lleva bien con los niños. No invita a
sus sobrinos si quiere impresionarte. Claro
que adorará a sus propios hijos aunque no los comprenda, y desde luego no
quiere tener ninguna relación con los hijos de los demás. Prefiere una conversación chispeante a tener
que cambiar pañales o limpiar mocos.
“49
Cualidades Del Hombre ideal”, Revista Hombre Real, Abril, 1964.
El viernes por la tarde Victoria fue con el fotógrafo a Deportes
al Aire Libre. Tomaron las fotos,
siempre con Angie posando, y finalmente Gerald se encontró con ellos cuando ya
estaban recogiendo para marcharse.
V: Hemos conseguido las fotos que queríamos (le dijo Victoria).
Va a ser un gran artículo. Estoy segura de que atraerá mucho interés.
G: Es maravilloso, Victoria. Maravilloso. Nunca podremos darte las gracias lo
suficiente.
Victoria se sintió avergonzada. Allí estaba aquel hombre tan agradable dándole
las gracias mientras ella se había dedicado a tratar de averiguar si era un
asesino.
V: No es nada.
G: Te lo agradezco mucho, de veras (dijo él acercándose
más a ella). Escucha, sé que no te he
avisado pero me preguntaba si estarías libre esta noche. Podríamos ir a cenar... o tal vez alquilar
una película más tarde. Sería mi manera
de darte las gracias por toda esa publicidad gratuita.
V: Me encantaría pero me temo que no puedo. Le prometí a Estela que cuidaría a su hijo
esta noche. Pero si quieres venir...
G: ¿Por qué no lo dejamos para otro día? (se apresuró a
decir Gerald, haciendo una mueca de desagrado). No me gustan demasiado los niños... y me
gustaría que fuera una velada especial. Ya
te llamaré la próxima semana.
V: De acuerdo (dijo Victoria un poco decepcionada por su
actitud. No debería, no obstante. Gerald
no dejaba de ser una versión mayor de lo que ella estaba buscando. La versión de su edad no pensaría lo mismo).
Esa noche decidió abordar a Estela en cuanto entró por la
puerta para dejar a Matthew.
V: Esto se tiene que acabar, Estela. No puedes ir por ahí acusando a ese hombre tan
agradable de asesinato. Simplemente no
es justo.
E: No estoy acusando a nadie de nada. Sólo quiero saber qué ocurrió.
V: Sigo creyendo que no es una buena idea (dijo Victoria bajando
la voz para que Matthew no la oyera).
Además, podría ser peligroso. Ya te conté lo que dijo Marcos...
E: Marcos tiene una vivida imaginación, lo cual es
natural viniendo de un escritor. Además,
no voy a hacer nada peligroso. Estoy
buscando a alguien que deslizara subrepticiamente un trozo de pescado en la
cena de Franklin, eso es todo. Además,
esta noche sólo he quedado con el señor Sweeny.
V: ¿Quién es el señor Sweeny? (preguntó Victoria).
E: Dirige la compañía de limpieza. Simón me dio una idea el otro día. Después de todo, los conserjes conocen todos
los secretos de las empresas. Y ni siquiera
estaré sola con él. Simón me acompañará
(dijo Estela antes de dar un beso a su hijo).
Victoria cerró la puerta tras ella y se fue hacia el
salón con Matthew.
Matthew (Mw): ¿Podemos ver una peli? (preguntó el niño). He traído una de mucho miedo.
V: Claro (dijo Victoria conectando el vídeo).
Después de unos minutos de película, se dio cuenta de
que Matthew no había exagerado nada al decir que daba mucho miedo. La rubia protagonista estaba sola y se
disponía a abrir la puerta tras la que la estaba esperando un tipo con un
enorme cuchillo, en medio de un silencio sepulcral. En el momento en que el hombre levantó el
cuchillo, la televisión y las luces se apagaron repentinamente dejándolos medio
a oscuras.
Mw: ¿Qué pasa? (gritó Matthew agarrándole la mano a Victoria).
V: Tal vez se haya fundido la bombilla y se haya
estropeado la tele al mismo tiempo (sugirió Victoria con optimismo).
Matthew no tenía ganas de soltarla, así es que tuvo que
salir al pasillo a mirar la caja de electricidad con él. Probó todos los interruptores de la casa, pero
ninguno funcionaba. Parece que hay un
problema con la electricidad (le dijo Victoria a Matthew finalmente).
Mw: ¿Quieres decir que no funciona ninguna luz? (preguntó
el niño con los ojos abiertos como platos).
V: No creo (dijo Victoria antes de llamar al portero).
P: Es usted la tercera persona que avisa (se quejó el
hombre). No sé cuál es el problema, pero
tardará un rato en solucionarse.
V: Esto no tiene buena pinta (le dijo Victoria a Matthew
cuando colgó).
Mw: Oh, no (gimió Matthew como si fuera a llorar). No me gusta la oscuridad. No quiero estar a oscuras.
V: No te preocupes (dijo Victoria tomándolo en brazos). Ya pensaré en algo.
Mw: Pues hazlo rápido. Me da miedo la oscuridad.
A Victoria tampoco le hacía mucha ilusión, sobre todo
después de ver la película. Estaba
buscando velas y linternas por toda la casa tratando de no pensar en el tipo
del cuchillo, cuando el teléfono sonó.
Victoria dio un brinco de sorpresa y deseó que fuera el
portero para darle buenas noticias. Era Marcos,
y su voz parecía impaciente y distraída.
M: Perdona que te moleste, pero tengo que pedirte un
favor.
V: Dispara (dijo ella que se sintió ligeramente más
tranquila al escuchar la voz amiga).
M: ¿Dijiste algo de que tu amiga Estela tenía un hijo de
seis años?
V: Sí, Matthew. De
hecho, en este momento está aquí conmigo.
M: ¿De veras? (el tono de Marcos se volvió suspicaz).
V: ¿Por qué?
M: ¿Su madre no estará por ahí buscando asesinos sueltos?
V: No exactamente, no (dijo Victoria haciendo un gesto de
sorpresa).
M: Bien. En ese caso, ¿podrías traerlo a mi casa?
V: ¿Para qué?
M: Porque lo necesito (dijo Marcos impacientemente). Tenemos una urgencia. Estoy tratando de representar la escena del
rescate con el helicóptero y no tengo suficientes actores. Andrew está tratando de ser el piloto y uno de
los malos y Simón el protagonista y otro de los malos, pero siempre acaban
peleándose. No funciona.
Victoria dudó. Llevar a Matthew a jugar a policías y ladrones
con un escritor un tanto peculiar, no sería la idea que Estela tenía de una
actividad educativa. Por otro lado, era
mucho mejor que pasar la noche a oscuras.
V: Vamos para allá.
En menos de media hora, Victoria estaba en una silla en
la sala de Marcos. Habían retirado todos
los muebles para dejar un espacio despejado en el centro en el que Marcos había
colocado cuatro sillas de la cocina que simulara el interior del helicóptero. Marcos estaba sentado en el brazo del sofá
repasando la escena con gesto serio.
M: Entonces tenemos que el protagonista y la chica tratan
de capturar el helicóptero para escapar. Él sale pero ella es atrapada. Simón, tú serás
el piloto. Andrew, tú serás el malo...
S: Me toca a mí hacer de malo (dijo Simón tirándole de
la manga).
M: Oka, Simón, tú serás el malo. Andrew, tú serás el piloto (se volvió entonces
hacia Matthew, que miraba todo con los ojos abiertos como platos). Tú serás el protagonista.
Mw: Esta bien (dijo Matthew).
A: Yo tampoco quiero ser el piloto (dijo Andrew). Lo único que hace es recibir golpes en la cabeza.
Quiero ser uno de los malos.
M: Bueno, se supone que tiene que haber dos tipos
malos... (dijo Marcos acariciándose la barbilla en actitud pensativa), ...pero
seguiría necesitando un piloto... (dijo esto último mirando a Victoria esperanzado).
Supongo que tú no...
V: Claro (se ofreció Victoria). ¿Por qué no?
E: No me lo puedo creer (dijo Estela cuando llegó para
recoger a Matthew a la Casa de Victoria).
¿Has pasado la tarde con Marcos y lo
único que habéis hecho ha sido representar una escena de su libro? O estáis
enfermos o sois muy raros.
V: No es nada de eso (susurró Victoria para no despertar
a Matthew, que se había quedado dormido en el sofá. La electricidad había regresado). Sólo le ayudamos con un par de escenas, y fue
divertido. Marcos me dijo que ha sido el
mejor helicóptero que ha tenido jamás.
E: Eso es un cumplido (dijo Estela con sequedad). Supongo que no habrán estado ensayando las
escenas de sexo...
V: ¡Por supuesto que no! ¡Jamás dejaría que tu hijo viera algo así! ¿Qué tal fue tu entrevista con el conserje? (preguntó
Victoria cambiando de tema).
E: El señor Sweeny no sabía nada más que Franklin tiraba
mucho papel y utilizaba papel para anotar de color verde en vez de amarillo (suspiró
Estela). Simón se quedó muy
decepcionado. Pensaba que el señor
Sweeny podría darnos alguna pista válida.
V: Pobre Simón.
E: No te preocupes. Pronto averiguaremos lo que ocurrió (dijo Estela
levantando a su hijo del sofá). ¿Van a practicar alguna escena de sexo un día
de estos?
V: ¿Qué?
E: Marcos y tú.
V: No (dijo Victoria). Estoy tratando de encontrar al hombre ideal,
¿recuerdas? También para mí.
E: Si, claro, lo que tú digas (repuso Estela poco
convencida).
Victoria no estaba muy segura de sí misma, tampoco estaba
muy convencida, sobre todo después de haber entrevistado a Ephram Ernesto. Ephram era un agente inmobiliario de elegantes
y suaves modales, realmente encantador. Cuando
Marcos le preguntó cuáles eran las cualidades que él consideraba las del hombre
ideal, había respondido que ser sociable, porque eso les iba bien tanto para
su vida profesional como para las relaciones personales y sentimentales. Ephram era además un hombre guapo, pero no
tanto como Marcos. Hacía pesas tres veces
por semana, e iba bien vestido. Había
dicho que vestir bien era importante porque denotaba éxito.
Aquel agente inmobiliario no tenía nada de malo, pero a Victoria
no le decía nada, no la atraía. Si le
hubiera pedido que saliera con él, probablemente habría rechazado la
invitación. Sin embargo, si Marcos se lo
pidiera daría saltos de alegría. Estando
cerca de Marcos parecía olvidar sus intenciones de encontrar a un hombre
maduro con quien tener una relación madura y duradera.
E: Pareces apenada (le dijo Estela a la semana siguiente
cuando llamó a Victoria para ponerla al día sobre sus investigaciones en la
fábrica). No me digas que se ha roto
algo más en tu nuevo apartamento.
V: Seguimos teniendo problemas con la electricidad (admitió
Victoria). La luz se va y viene, y las
tablas del suelo están sueltas por algunos sitios. Cada vez que Marcos asegura una con clavos
nuevos, se suelta otro por otro lado.
E: ¿Marcos te arregla el suelo?
V: Trabajó en la construcción durante un tiempo (dijo Victoria
recordando los comentarios negativos que Marcos le había hecho sobre su
apartamento y las veces que había tenido que recordarse que el hombre de su
vida no iría vestido con vaqueros y camiseta por muy bien que le sentaran). Estela, ya he escrito parte del artículo
sobre Deportes Al Aire Libre, pero no me gusta (continuó). Y he probado tanta comida para mi trabajo
sobre los alimentos que aumentan la libido que seguro que he engordado.
E: No has engordado (dijo Estela). Me he fijado y ni siquiera te han aumentado
las caderas.
V: Pues Marcos piensa que sí. Lo dijo el otro día. En ese momento decidí que una de las
cualidades del hombre ideal sería que nunca se le ocurriría decirle a una mujer
que estaba engordando.
E: Vaya (dijo Estela con seguridad). Llegamos de nuevo al centro de la cuestión: Marcos.
Victoria abrió la boca para negarlo, pero volvió a cerrarla.
V: Tienes razón. Él
es el problema. No estoy segura de si
podría reconocer a mi hombre ideal cuando él está cerca porque estoy
obsesionada.
E: ¿Por qué no tratas de remediarlo?
V: No pienso hacerlo (insistió Victoria), al menos no de
la forma que tú sugieres.
E: Sólo era una idea. Escucha, tengo noticias frescas (dijo Estela
cambiando de tema). Una de las
dependientas oyó a otra decir que pensaba que Franklin era un tacaño. ¿Qué te parece?
V: Que no es mucho (murmuró Victoria).
E: Bueno, pues yo no opino lo mismo. Simón y yo vamos a ir a hablar con ellas por
separado y después quedaremos para poner en común lo que hayamos averiguado. Supongo que no podrías quedarte con Matthew
otra vez esta noche, ¿verdad? Simón va a
venir a casa y le ponen nervioso los niños.
V: No me digas...
E: Es un hombre, Victoria (suspiró Estela). Y a los hombres no les gustan los niños de los
demás. Lo dice tu artículo.
V: Estela, ese artículo se escribió en 1964. Se supone que el hombre de hoy en día no
piensa lo mismo de los niños. Deberías
ver a Marcos con ellos. Es genial (sonrió
al recordarle corriendo por todo el salón jugando a policías y ladrones). Claro que supongo que es así porque él también
es como un niño.
E: Lo que sea. ¿Me
has dicho que puedes quedarte con Matthew?
V: No (dijo Victoria apenada). Me temo que no puedo. Tengo una cita.
E: ¿Con Marcos? (preguntó Estela).
V: Santo Dios, no. Marcos y yo no salimos como pareja. Además, está en Seattle. He quedado con Lowell Thomas. Es uno de los hombres de mi artículo, el ecologista.
E: ¿Qué tipo de ecologista? (preguntó Estela). ¿El que va por ahí alabando las virtudes de
una vida al aire libre o de otro tipo?
V: ¿Cuántos tipos hay? (preguntó Victoria confundida).
E: El bueno y el malo (dijo Estela). Yo salí con ambos antes de casarme con William.
El bueno es el que habla del aire libre.
Es interesante, como si estuvieras
viendo un documental. El otro tipo es el
que quiere hacer cosas raras al aire libre, como acampar en la nieve. ¿Lo has probado alguna vez? Después de tenerte caminando entre la nieve y
el hielo y hasta hacerte construir un iglú para que duermas en él. Eso no es una cita, Victoria, es una prueba de
resistencia.
V: No vamos a hacer acampada en la nieve, Estela (dijo Victoria
riéndose), sólo vamos a cenar. Además, a
lo mejor me gustará. No me importó salir
el otro día de excursión.
M: ¿Cuándo has ido tú de excursión? (preguntó Estela).
V: El otro día. Marcos tenía que imaginar una de sus
escenas en un bosque, así es que nos llevamos a sus sobrinos.
E: A eso llamo yo una cita divertida (dijo Estela). Marcos, dos niños y tú rodeados de la salvaje
naturaleza.
V: ¡No fue una cita! (insistió Victoria, aunque tenía que
admitir que sí había sido divertido, a pesar de no ser su idea de una cita
perfecta. Su hombre ideal nunca lo habría sugerido).
E: Y hablando de citas (continuó Estela), ¿adónde va a
llevarte tu ecologista?
V: No estoy segura.
E: Bueno, si ves nieve, empieza a preocuparte (Estela
hizo una pausa). ¿Marcos estará también?
V: No (dijo Victoria).
E: ¿Por qué no? ¿No estaban haciendo esto juntos?
M: Sí, pero Lowell me llamó y me dijo que si quería
salir a cenar con él y pensé que sería una buena idea. Me daría la oportunidad de hacerme una primera
impresión (dijo Victoria pensando que tal vez encontrara en él a su hombre y
así podría olvidar a Marcos).
Desafortunadamente y a pesar de que Lowell era del tipo
de ecologista bueno, según Estela, Victoria no acabó de interesarse por él, ni
en ninguno de los temas que trataron.
M: Bueno, al menos ya estamos llegando al final de la
lista (dijo Marcos después de haber pasado dos horas con un maestro de la
guitarra clásica cuyos ojos oscuros y expresión conmovedora hacía predecir que
sería un maestro también en lo relacionado con el amor, aunque a decir verdad
no tenía mucho talento en otras cuestiones).
V: Sólo nos quedan ocho o nueve (dijo Victoria). El
dentista, el arqueólogo...
M: No olvides el ecologista (señaló Marcos). Lowell no sé qué más. ¿Has concertado una cita
con él y a o quieres que yo... ?
V: Ah, no tenemos que verlo ya (dijo Victoria sin darle
mayor importancia). Ya he hablado con
él.
M: ¿Sí? (Marcos frunció el ceño). ¿Cuándo?
V: Hace un par de noches (contestó Victoria y Marcos frunció
los labios de disgusto). Me llamó para
invitarme a cenar.
M: ¿Cenar? (el disgusto de Marcos se intensificó). ¿Has tenido una cita con ese tipo?
Parecía como si hubiera robado un banco a mano armada a
juzgar por su tono.
V: No fue una cita propiamente dicha. Fue una entrevista.
M: Una entrevista mientras les servían la cena (corrigió Marcos
y Victoria asintió). ¿Y la diferencia
entre eso y una cita es...?
V: ¡Una cita es algo diferente! (se quejó Victoria moviéndose
inquieta en su sitio mientras buscaba entre sus papeles con nerviosismo). Aquí tengo las notas que tomé.
M: ¿Y adonde fuiste a cenar en esa no-cita?
Victoria miró la expresión de desaprobación de Marcos y
se quedó pensativa.
V: A un restaurante. Nada lujoso. Lowell dijo que...
M: ¿Lo conocías antes de ir a cenar con él? (la interrumpió
Marcos con los brazos cruzados).
V: No. Ya te lo he
dicho. Lo llamé para acordar una hora
para hacerle la entrevista y él me sugirió...
M: ¿Quieres decir que fuiste a cenar con un completo
desconocido? (dijo Marcos alzando la voz).
V: ¡No fue así!
M: Pues a mí me parece que fue así exactamente (dijo Marcos
acusándola con el dedo). No es una buena
idea. Una mujer no debería salir con un
hombre al que no conoce de nada. Ese
hombre podía haber sido un asesino.
V: ¡No lo era!
M: Pero no lo sabías cuando saliste con él, ¿o sí?
V: No se lo pregunté, si es eso lo que quieres saber. No es una de las preguntas que tengo
previstas.
M: Pues deberías (dijo Marcos sin entrar en razón). Aparte, se supone que estamos haciendo esto
los dos juntos.
V: De acuerdo, de acuerdo (aceptó Victoria levantando
las manos en señal de rendición). No sé
por qué estás armando tanto escándalo pero si te molesta tanto, no lo volveré
a hacer. Pensé que ahorraríamos tiempo.
M: A mí me sobra. Y
además, llegaremos a tiempo para publicar el artículo en la fecha prevista,
pero para lo que no lo tengo es para repetir una entrevista porque tú la hayas
hecho primero a solas.
V: ¿Vas a entrevistar a Lowell de nuevo? (preguntó Victoria,
completamente aturdida).
M: Tengo que hacerlo. Si no, no podré rebatir o confirmar tus
anotaciones.
V: ¿No puedes limitarte a confiar en mí?
M: No, no puedo (dijo Marcos mirándola con aspecto
enfadado). No me parece serio.
V: Supongo que no (comentó Victoria, aunque pensaba que Marcos
se estaba comportando muy poco razonablemente. Tomó nota de ello. El hombre ideal le daría a todos los asuntos
la importancia en su justa medida).
Al día siguiente….
M: ¿Alguna vez has sentido celos? (preguntó Marcos a Jaime.
Según éste, su viaje a las Vegas no había sido un éxito).
J: Por supuesto que sí. Supongo que todo el mundo los ha sentido
alguna vez en su vida (dijo Jaime mirando a Marcos con obvia curiosidad). ¿Por qué? ¿No estarás pensando que tu protagonista tiene
que sentirlos?
M: No (dijo Marcos haciendo girar entre los dedos la
botella de agua). Es Victoria. Decidió entrevistar a uno de los hombres de la
lista ella sola.
J: ¿Y qué pasa? Hacer las entrevistas por separado parece
una buena idea de hacer este trabajo.
M: ¡Sí, eso es lo que me preocupa! (exclamó Marcos). Se supone que tenemos que hacerlo juntos.
J: Y no te gusta que se cite con otros hombres a solas.
M: ¡No, no me gusta! Me saca de quicio. No tenía que haber ido a cenar con ese
ecologista la otra noche, Jaime. ¿Qué
demonios puede ver una mujer en un ecologista? Lo único que hacen es ir por ahí hablando del
medio ambiente.
J: El medio ambiente es un tema candente en este momento.
Me pregunto si a Ivana le interesará.
Tal vez debería comprarle una parcela parecida a la jungla o algo así.
M: Yo estoy a favor de la protección del medio ambiente (dijo
Marcos en tono malhumorado). Si no lo
estuviéramos ¿dónde viviríamos? Pero ésa
no es la cuestión. La cuestión es que me
dijo que había salido a cenar con ese hombre y me dieron ganas de ir a buscarlo
y darle un puñetazo (dijo Marcos de golpe y dio un largo sorbo de agua).
Supongo que me puse celoso.
J: Yo también lo creo, pero no te culpo. Yo también estaría celoso si la mujer con la
que me acuesto saliera a cenar con otro.
M: No me acuesto con Victoria (declaró Marcos).
Jaime se quedó inmóvil con su martini en la mano a medio
camino entre la mesa y la boca.
J: ¿Como que no te acuestas con ella?
M: Pues eso, que no lo hago. ¿Por qué creíste que lo hacía?
J: Lo di por hecho, eso es todo (dijo Jaime mirándolo). Pasas mucho tiempo con ella, siempre estás
hablando de ella, simplemente asumí que... bueno, ella es una mujer y tú eres
tú y... ¿Seguro que no te acuestas con ella?
Marcos se sonrojó sólo al pensar en Victoria y él juntos
desnudos.
M: Créeme, Jaime, si me acostara con Victoria, lo sabría.
J: Bueno, ¿y por qué no lo estás haciendo?
M: No es como las demás (dijo Marcos).
J: ¿Qué quieres decir con eso? Por la forma en que hablas, parece que te
interesara realmente.
Marcos pensó entonces en sus ojos oscuros, su amplia
sonrisa, sus delicadas curvas, el rubor de sus mejillas después de hacer el
helicóptero...
M: Me interesa, pero yo no soy su tipo. Quiere a alguien del tipo de Brad Pitt. ¿Tú dirías que yo soy ese tipo? ¿Tú me ves a mí como ese tipo de hombre?
J: No (dijo Jaime riéndose). Tú eres más bien como Jim Carrey o Robin
Williams.
M: Desde luego no me ayudas nada.
J: Te estoy diciendo lo que veo, pero nunca se sabe. Las mujeres cambian de opinión. Mira a Ivana. A ella solía gustarle otro tipo de hombre
diferente a mí y ya no.
M: Sí, bueno, no creo que Victoria vaya a perder la cabeza
por alguien como yo (dijo Marcos sintiéndose abatido).
J: Deja que lo piense. Tal vez se me ocurra la manera de arreglar tu
vida, aunque sea incapaz de encauzar la mía (dijo Jaime tamborileando con los
dedos en la mesa). ¿Le entusiasmó a Victoria
el ecologista?
M: No lo creo (le expresó Marcos tratando de recordar lo
que le había dicho Victoria sobre él).
J: Bien. Entonces
aún tienes una oportunidad. Ya lo tengo.
¿Por qué no le preparas algo romántico? Ya sabes, velas, vino, ese tipo de cosas. Me has dicho que un hombre ideal sabe cómo ser
romántico.
M: Yo no soy así (dijo Marcos con un escalofrío). No se me da bien hacer nada de eso. Además, Victoria me dijo que lo de ser
romántico está dentro de cada uno, pero puede que la otra persona no lo sea. Por ejemplo, Flor piensa que Eddie es
romántico cuando friega los platos después de la cena. Yo no puedo ponerme a fregar delante de Victoria.
J: Dímelo a mí (asintió Jaime). Yo fregué los platos la otra noche y tanto la
sirvienta como Ivana creyeron que me había vuelto loco.
A la noche siguiente, Marcos salió a cenar con Lisa. Lisa era amiga de Ivana. Jaime le había pedido que lo hiciera por él
porque le agradaría a Ivana. Desafortunadamente
no hubo ninguna química entre ellos. Marcos
la llevó a un restaurante marroquí que le había recomendado Jaime, pero resultó
ser muy decepcionante porque no le gustaba casi ninguna cosa. Lisa fue todavía más decepcionante. Era casi un clon de Ivana.
M: Dime, Lisa, ¿Cuál es tu idea de un hombre ideal? ¿Crees que el héroe de mis novelas lo es?
L: Por supuesto (se apresuró a decir Lisa). Creo que es magnífico. No me casaría con él pero sí me acostaría con
él.
M: ¿Y por qué no? (preguntó Marcos un poco irritado).
L: Bueno, no es del tipo de hombres que se casan (explicó
Lisa). Quiero decir que es excitante y
muy guapo, y por lo que parece estupendo en la cama, pero dudo mucho que sacara
la basura.
M: ¿La basura? ¿Eso es lo que debería hacer el hombre ideal?
L: El marido ideal sí (dijo Lisa). Yo nunca me casaría con uno que no hiciera eso
por mí.
Marcos observó cómo se atusaba el cabello una vez más y
decidió que pasar la noche con ella estaba fuera de toda lógica. Haría exactamente lo mismo que había hecho Karla
y las demás: dejarle después de unas semanas y, probablemente, a él no le
importaría.
En ese momento la única mujer con la que quería estar era
con Victoria. No había otra solución:
tenía que intentar prepararle algo romántico.
Continuará…
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