Capítulo
15
J: Tengo unas noticias excelentes (anunció Jaime un par
de semanas después al llegar a casa de Marcos). Ivana y yo hemos ido al consejero matrimonial.
M: ¿Eso son buenas noticias? (preguntó Marcos confundido).
Pensé que ir al consejero significaba el
final de tu matrimonio.
J: Pues no (Jaime se sentó en el sofá con expresión de
absoluta felicidad). Parece que la razón
de Ivana para ir es porque quiere tener un hijo.
Marcos trató de conciliar el adjetivo “maternal” con los
otros adjetivos que describían a Ivana: “fashion-victima” y “sofisticada”.
M: ¿De veras?
J: Así es (dijo Jaime con una sonrisa). No sabía cómo me lo tomaría. Tenía miedo. Pensó que alguien con un historial como el
mío no querría comprometerse lo necesario para tener un hijo.
M: Lo entiendo.
J: ¡Pues yo no! A mí me encanta la responsabilidad y el
compromiso.
Me gusta la idea de formar una familia. Me costó un poco convencer a Ivana y al consejero
de que lo sentía de verdad, pero cuando lo hice, Ivana se mostró contenta. Pero insistió en que aprovecháramos el resto
de la sesión para discutir sobre mi extraño comportamiento de los últimos
días. Pensó que había sufrido una crisis
nerviosa (sacudió la cabeza). Mujeres. ¿Quién las comprende?
M: Yo desde luego no (gruñó Marcos). Bueno, no; sabía exactamente cómo funcionaba
la mente de una mujer.
J: Tengo más noticias (anunció Jaime mirándolo
preocupado). Tu editor llamó. Está encantado con el libro.
M: Bien (dijo Marcos tratando de mostrarse algo
interesado en el libro que había terminado unos días antes).
J: Según él, es más que bueno. Dice que es el mejor libro que has escrito. Mejores escenas de sexo, mejor construcción
argumental y mejores personajes. Está
seguro de que se convertirá en otro éxito de ventas y está intentando vender
los derechos a una productora de cine.
M: Estupendo (dijo Marcos hundiéndose aún más en la silla).
Marcos pensó que al menos era capaz de
crear a un héroe que era el ideal de muchas mujeres, aunque él no consiguiera
ser ideal para la mujer que quería.
J: También he hablado con la editora de la revista (dijo Jaime
aclarándose la garganta). Me dijo que le
ha encantado el artículo y que piensa que has hecho un trabajo espléndido y
está muy agradecida.
M: ¿De veras?
Entonces Victoria había terminado el artículo. Él
había entrevistado a los dos hombres de su lista y decidió que ambos iban bien
vestidos, eran inteligentes, tenían una boca perfecta y un gran sentido del
humor, y le había pasado la información por fax a Victoria. Tal vez
le gustara salir con alguno de ellos si los de su lista no le habían gustado lo
suficiente. Se la imaginó con otro
hombre y su tristeza y su rabia aumentaron.
J: Carlota mencionó algo de que no estaba terminado. Algo sobre la última cualidad, que no estaba
perfecta...
M: No me sorprende (gruñó Marcos). Probablemente Victoria esté demasiado ocupada
con el millón de cosas que le gustan en un hombre (añadió Marcos, todas ellas
cualidades que él no tenía).
J: ¿Qué te pasa, Marcos? Llevas quejándote desde que Victoria y tú...
M: Claro que he estado quejándome. Me dejó, ¿recuerdas? ¿Qué esperabas que hiciera? ¿Reír, cantar y enrollarme con otra?
J: Eso es lo que siempre has hecho.
Marcos parpadeó rápidamente varias veces. Jaime tenía razón. Eso era lo que solía hacer. Lo había hecho muchas veces, pero nunca antes
se había sentido así.
Se pasó la mano por el pelo y notó que lo tenía muy
largo. Tendría que cortárselo. Después de todo, los hombres ideales siempre
llevaban el pelo perfectamente arreglado.
Maldijo a Victoria y el día que se conocieron. Nunca antes había pensado eso, pero ahora
pensaba en eso y en muchas otras estúpidas cosas. Incluso había repuesto el cartucho de tóner
él solo en vez de llamar a alguien para que lo hiciera. Podría también escribir un libro sobre buenas
maneras y sabía más de lo que quería sobre moda masculina. ¡Incluso había leído Moby Dick después de oír
a Victoria decir que le había gustado mucho!
Pero en su interior sabía que por mucho que se esforzara,
nunca conseguiría que Victoria sintiera por él lo que él sentía por ella. Estaba
loco por ella. Nunca había pensado
antes que alguna vez se sentiría tan desgraciado. Y no podía hacer nada. Cuando salió del apartamento de Victoria,
estaba furioso; furioso por haber sido rechazado, y furioso consigo mismo por
haberse enamorado. Él sabía lo que ella
quería de un hombre, y sabía que él no lo tenía. Debería haberlo dejado estar. Decidió que tenía que olvidarla.
Desafortunadamente, el amor no funcionaba así. Marcos no podía creer que fuera posible echar
tanto de menos a alguien. Pensaba en
ella cada segundo. Cada vez que sonaba
el teléfono, esperaba que fuera ella con alguna otra estúpida cualidad sobre el
hombre ideal.
Cuando estaba leyendo las pruebas de su novela, pensaba
en ella haciendo el helicóptero, en el brillo de sus ojos cuando sonreía, en
los reflejos de su pelo cuando le daba el sol, en sus cuerpos unidos.
J: Lo estás pasando mal, ¿verdad? (continuó Jaime
mirándole con comprensión y afecto).
M: Sí (admitió Marcos). Seguro que tú has pasado por esto. ¿Cuándo dejaré de sentirme así?
J: Por lo que parece, dentro de bastante tiempo.
Marcos echó la cabeza hacia atrás y miró al techo. Si seguía con aquel peso en el corazón se
volvería loco.
M: Hunter tiene suerte (gruñó). En su próxima aventura se habrá olvidado de
Bridgett.
J: Hunter es ficción (le aclaró Jaime). Y, desafortunadamente para ti, tú eres real.
Victoria seguía sin dar con la última cualidad exigible
para el hombre ideal. Sentada en la
cocina, buscaba la inspiración con los papeles desparramados a su alrededor.
Tiró el lápiz frustrada. Todo lo que se le iba ocurriendo le parecía
que estaba mal. Igual que Marcos, pero
no podía dejar de pensar en él a pesar de haber conocido a un par de hombres
estupendos, casi perfectos, con los que ni siquiera se había planteado salir.
En realidad sabía por qué. Romper con Marcos había sido muy difícil. Había intentado salir con alguien desde
entonces, pero no se lo había pasado bien. Incluso había cenado con Gerald en un
restaurante de lujo. Aunque ésa era la
clase de cita que ella quería, se había sentido aliviada cuando terminó.
Trató de encontrar la última cualidad pero ninguna le
parecía la adecuada, así es que cuando Estela se presentó en su casa
inesperadamente, se sintió más feliz de lo normal de verla.
Su amiga, sin embargo, no parecía muy feliz. Entró y tiró el abrigo sobre el sofá antes de
echar un vistazo a la casa.
E: ¿Te he dicho alguna vez que no me gusta nada este
apartamento? (preguntó).
V: Constantemente me lo recuerdas (le respondió Victoria).
E: Bien, pues no me gusta. Pero no te lo tomes como algo personal. Ahora mismo, creo que nada me gusta.
V: ¿Qué ha ocurrido? ¿Tienes otro sospechoso?
E: No (dijo Estela). De hecho, he abandonado la investigación. Por muy triste que me parezca, Franklin murió
de forma natural.
V: Bien (murmuró Victoria. Estela la miró y Victoria añadió). Tienes que admitir que es mejor que darte
cuenta de que estás trabajando con un asesino.
E: Supongo que sí (Estela se apoyó en un cojín). Sigo estando decepcionada. Creía de veras que algo raro estaba
ocurriendo, pero supongo que fue mi imaginación. Quise ver algo que no había. Igual que con Simón.
V: ¿Simón?
E: Sí, Simón (dijo alzando la voz). Pensé que Simón también quería resolver el
misterio, pero no era así.
V: ¿Me he perdido algo?
E: No, fui yo (dijo Estela cruzándose de brazos). ¿Sabes lo que hizo Simón anoche? ¡Se me insinuó!
V: Vaya... mala suerte.
E: Y que lo digas (dijo Estela). Y lo que es peor. Cuando le dije que no, y le dije lo
sinvergüenza que era por querer ligar conmigo cuando estaba prometido con
Lorraine, me preguntó qué esperaba, que si realmente creía que él estaba
interesado en esa estúpida investigación mía.
V: Es horrible.
E: Lo sé. Me dijo
que él supo todo el tiempo quién había pedido Volaise a la Grecque (repuso Estela
dando un suspiro). Y pensar que le
consideraba un gran tipo... ¿Cómo pude
ser tan idiota?
V: No ha sido culpa tuya.
E: Claro que sí (dijo Estela levantando la cabeza). Ahora que lo pienso, me lanzó un par de
insinuaciones antes pero yo no quise verlo. No quería creer que era como los demás. Quería creer que él era todo lo contrario a William,
probablemente para poder pensar que el hombre ideal existe.
V: Y existe (dijo Victoria), sólo que Simón no es uno de
ellos.
E: No, no lo es, pero me engañé a mí misma pensando que
lo era (sacudió la cabeza). Creía que
sólo tú lo hacías, pero resulta que yo también.
V: ¿Qué pensaste que sólo yo lo hacía? (preguntó Victoria
confundida).
E: Engañarte. Ignorar
la realidad.
V: ¡Yo no hago eso! (dijo Victoria indignada).
E: ¡Sí lo haces, Victoria! Por ejemplo este apartamento. No tiene nada bueno. Un segundo sin ascensor, todo se está cayendo,
es demasiado caro, no tienes suficiente espacio y no puedes sentarte en el
suelo porque es muy incómodo. Pero tú
sigues diciendo que es perfecto.
V: No es verdad.
E: Claro que sí (dijo Estela). Y lo mismo ocurre con ese mítico hombre que
quieres encontrar. Don Elegante y
Cortés. Te has convencido de que ése es
el tipo de hombre que necesitas y por eso has abandonado al único hombre que
realmente te ha hecho sentir algo en tu vida.
V: No lo entiendes, Estela (objetó Victoria, aunque tenía
la desagradable sensación de que Estela tenía razón).
E: Sí lo entiendo (dijo Estela poniéndose en pie). Matthew se queda a dormir en casa de un amigo
y voy a alquilar una película de vídeo. ¿Quieres
venir?
V: No (contestó Victoria). Tengo que terminar el artículo (dijo mirando
a Estela esperanzada). Supongo que no
sabrás qué otra cualidad debería tener el hombre ideal.
E: No (dijo Estela), a no ser que quieras incluir que el hombre
ideal no es un idiota.
V: Creo que ya la he puesto antes (murmuró Victoria).
Victoria cerró la puerta detrás de Estela y entró en el
salón. Estela estaba equivocada. Aquél era un precioso apartamento y Marcos no
era...
De pronto un trozo de moldura de escayola cayó al suelo. Victoria lo miró y decidió que Estela sí tenía
razón en lo del apartamento. Pero no en
lo de Marcos. Simplemente no cumplía
los requisitos que ella quería en un hombre.
Pero sí tenía algunas buenas cualidades. Era honrado y tierno; bueno con su familia,
trabajador y divertido; ella estaba loca por él aunque no fuera sofisticado y
cortés y su gusto en cuestión de ropa fuera atroz. No le importaban esas cosas. De hecho, le gustaban. No, no le gustaban,
más bien las adoraba porque formaban parte de Marcos.
V: ¡Eres una idiota! (se dijo en voz alta).
No le importaba que no cumpliera todas las cualidades
que había puesto en aquella estúpida lista. Lo amaba. Amaba todas las cosas malas de Marcos más de
lo que jamás podría amar todas las cosas buenas de otro.
Continuara...
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